Ya se oyen las trompetas,
ya resuenan los clarines;
los tambores redoblan
y, sobre los adoquines,
golpean los cascos
de recios rocines.
A su grupa pregoneros
con sendos pasquines
avivan en la memoria
al hombre que ha muerto
al Cristo que vive.
|
Hachones encendidos,
temblorosas velas,
iluminan el camino
dejando a su paso
una estela de cera.
Damas enlutadas,
con teja y mantilla,
el paso apresuran
hasta aquella esquina
donde una saeta
ha impuesto silencio
al niño y al hombre,
al sabio y al necio. |
Se desgrana en el aire
la cruel historia
del Dios-hombre
que, en su agonía,
nos dio en adopción
a su Madre, María
y, en su último adiós,
aún pudo acordarse
de pedir perdón
para todo el orbe.
|