Con gran empeño lo intento y no puedo.
Es para mí una tarea imposible.
Carezco de inteligencia exigible
para escribir con éxito un soneto.
Con todo el talento disponible
y con mi total predisposición
y aún entregándome de corazón,
veo, defraudado, que no es posible.
Y a tal punto llega mi decepción
que me siento aturdido y angustiado
y el miedo atenaza mi corazón.
Mas mi empeño su fruto ha dado,
pues puedo comprobar con emoción
que con esto el soneto está acabado.