La estación.- Por las tardes iba a la estación a ver entrar y salir los trenes, los viajeros que subían y bajaban, despedidas y reencuentros, algunas lágrimas, sonrisas, besos, abrazos... y soñaba que él también despedía a un ser querido o recibía a un amigo.
Un día la vio. Miraba con melancolía las idas y venidas de la gente, como él.
Se puso a su lado en el banco, la miró y ya no se sintió solo.
El mar.- Al anochecer se sentaba en el acantilado a mirar el mar y ver cómo el sol, una gran bola roja, se sumergía en el horizonte.
“Ahí abajo hay un palacio de coral donde viven las sirenas” -se decía- “Algún día bajaré con el sol y lo veré”
Y con esa ilusión se marchaba feliz a dormir en su humilde casita.