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A corazon abierto
(por Demetrio Mallebrera Verdú)

SALUD Y FELICIDAD, ACTIVOS EMPRESARIALES


     Ya estamos otra vez con la felicidad, palabra que hemos descubierto como filón inagotable, que todo el mundo sabe lo que es y todo paisano normal ignora de qué va, aunque la utilice repetidamente; sustantivo usado tanto con el verbo ser, estar, sentir, desear, imaginar o soñar… Es un estado de vida inconstante, como una temporadita o como un ratito de nuestra existencia. Pero si somos sinceros, todos estamos llamados a ese estado, que también suponemos como lugar, y así con tanto lío, hasta nos conformamos a veces con algo que nos gustó vivir en el pasado y ahora recordamos con agrado. Uno puede entender que quien produce esa felicidad, aunque sea fugazmente, él mismo ya es feliz por haber conseguido tan alto fin en los demás, lo cual nos habla de una cadena, pero principalmente de un elevado sentido de humanidad, aunque al “productor” a lo mejor le cuesta horrores preparar o componer una pieza musical maravillosa y duradera en el recuerdo, o un pastel que nos deleita, o un beso amoroso que tanto nos transmite y tanto nos deleita y confirma en nuestra atracción hacia quien ese gesto tiene con nosotros. La felicidad tiene esas ambigüedades; de modo que, además de dar felicidad, puede uno asimismo ser feliz dándola: un cocinero, un pastelero, un compositor, un cantante y hasta un futbolista de éxito.

     Ahora, por vivir en crisis, o sea en positivo sentido de oportunidad que se traduce en innegable necesidad de creatividad, surgen y se ponen en marcha iniciativas, incluso están creciendo empresas, que se proponen hacer felices a otras empresas, o más claramente, que ofrecen servicios de expertos en interacción humana singular y plural a los empleados de diversidad de industrias para trasladarles salud y felicidad como el activo más importante para crear ambientes agradables y humanos que estimulen la eficiencia. Todo ello por medio del entretenimiento, el disfrute del ocio, las terapias para ganar en bienestar institucional, corporativo y, a la vez, personal, poniéndolo en valor y hasta convirtiéndolo en cultura empresarial del “buen trabajo” hecho con calidad de vida. Sus tareas, que pueden ser múltiples, van desde consultas médicas y psicológicas en primer lugar para que los trabajadores amenazados de pérdidas de empleo se sientan en todo momento integrados en la organización, la superación del estrés, combatir la fatiga, saber descansar en el trabajo (¿?), relajarse, relacionarse y, por supuesto, atender las necesidades básicas y esas otras que hoy son casi las más solicitadas: conciliación de vida profesional y personal, con horarios flexibles y adaptados.

     Según una fundación europea para la mejora de las condiciones de trabajo, los problemas más comunes de los trabajadores se señalan en dolores en la espalda (un 25%), otras molestias musculares (23%) y sensación de fatiga y ansiedad (el 22%). Pues esos servicios de felicidad proporcionan con profesionalidad que se hagan masajes y excursiones a balnearios, además de tener en los recintos empresariales zonas de recreo con butacones y camas para reposo, sesiones de yoga o pilates y de relajamiento en los problemas osteomusculares; para lo anímico se aportan psicoterapeutas y sofrólogos expertos en doctrinas y artes orientales, y para el resto de problemas se aportan nutricionistas, animadores en artes escénicas, músicos y bailarines que disponen de sus correspondientes salas de aprendizaje y de juegos para hacer campeonatos de golf o de futbolín, billar, dianas y dardos, o quizás cosas de mayor rango. Evidentemente todo este dispendio, del que se encarga la empresa portadora de felicidad y paga la beneficiaria, lo que busca es la motivación, el rendimiento óptimo, la excelencia y la fidelidad de los empleados, prometiendo unos resultados con beneficios cuantificables.

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