¡Cuánto peso de horror en el mundo…!
¡Cuánto peso de horror en nosotros…!
¡Cuánto peso de horror en la sangre…!
¡Cuánto peso de horror en los ojos…!
¡Qué semilla, la amarga semilla del odio!
Te hemos hecho llorar con el aullido
tremendo de las balas… Con las minas
hemos ametrallado las divinas
llagas sangrantes de Tu Cuerpo herido…
Con alambradas, Dios, hemos tejido
nuevas coronas, para Ti, de espinas…
Te hemos dado sepulcro en las ruinas
de cada templo humano destruido…
En la angosta trinchera agazapado
te hemos hecho morir con el soldado
en una atroz y lívida agonía…
¡Hemos sabido descubrir la guerra
para, en la cruz inmensa de la Tierra
poder crucificarse cada día.