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______________________________ II.- La comunicación

A propósito del Año Europeo del Envejecimiento Activo

Antonio Aura Ivorra ____________________





 



 
S
eguimos caminando…  Hablábamos en nuestro anterior comentario del necesario diálogo intergeneracional y afirmábamos que el uso de las TICs, tecnologías de la información y la comunicación, cada vez más asequibles, manejables y utilizadas, podría allanar caminos para emprenderlo. Pero no podemos olvidar que es la persona y no la máquina la que se expresa mediante signos (de su estudio se ocupa la semiología), que cuando son orales o escritos se denominan lingüísticos. Por tanto alguna atención habrá que prestar al lenguaje, que deberemos cuidar y enriquecer tanto como para asegurarnos de la corrección de nuestro pensamiento y de nuestras expresiones, puesto que puede afirmarse que pensamos con palabras.

     La lengua evoluciona por necesidad. “Cada época tiene unas necesidades distintas respecto de lo que comunicar y el quantum a comunicar. Esta mutabilidad se debe al hecho del progresivo o regresivo… desenvolvimiento del ser humano, a compás del desarrollo de las fuerzas productivas… Cada época, tiene sus necesidades de comunicación que el lenguaje al uso no hace posible en toda su extensión (1) …” La lengua es algo vivo que muda en función de lo que necesitamos comunicar. Es nuestra compañera de viaje, que precisa renovarse para no quedar relajada, débil e insuficiente para comunicarnos. La tecnología de nuestros días ofrece continuamente herramientas novedosas para la comunicación que, aunque de pronta obsolescencia (casi cambian por temporada, como la moda) y accesibles o no para una gran mayoría de personas, con su aprovechamiento modifican costumbres y modos de relación y contribuyen al bienestar general. Al menos eso pretenden aunque, a veces, piensen y digan algunos que con tanto chirimbolo (“objeto que no se sabe cómo nombrar”; palabra con que evidenciamos nuestra poquedad lingüística, digo yo) se nos complica la vida. Obviamente afectan también a la comunicación porque, al tiempo que la facilitan –caso de las TICs a que nos referimos– exigen, por un lado, el enriquecimiento del lenguaje con nuevas palabras, que progresivamente se incorporan al vocabulario común,  y por otro,  la utilización de esas nuevas tecnologías, que junto con el lenguaje y los medios de comunicación simbólicamente generalizados (poder, amor, dinero…) constituyen los medios básicos para la comunicación social según Niklas Luhmann, sociólogo alemán (1927-1998), cuyas teorías sobre la comunicación, entre otras, son objeto de estudio en diversas Facultades.

     Con todo eso surge la necesidad de aprender a aprender (nunca es tarde); de actualizar nuestros conocimientos, nuestro léxico, nuestros hábitos, nuestro modo de ver las cosas y de apreciar la realidad –que es inquieta, inconstante, también confusa; dinámica como la actualidad, que al instante deja de serlo–, si no queremos caer en la rutina, en la incomunicación y, en consecuencia, en el aislamiento, en el empobrecimiento no solo como individuos sino como grupo. Tenemos que ser capaces de construir desde el reconocimiento y el respeto relaciones de beneficio recíproco. Y ése es el esfuerzo que debemos exigirnos si realmente estamos convencidos de que a nuestra edad, que desde esta perspectiva y en condiciones normales no es más que cuestión de calendario, seguimos siendo ciudadanos activos.

     Al igual que en la pintura de Arcimboldo –sus elementos, sean flores, frutas, legumbres, peces o reptiles tienen sentido no como individualidades, que se conservan, sino porque se unen para componer un bodegón o retrato–, la relevancia en la sociedad no se consigue por la edad sino que se asegura al imbricarnos en ella. La unión, la relación con los demás es la clave. 

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(1)
La incomunicación. C. Castilla del Pino.

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