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Don Luís Mateo Alarcón, un maestro irrepetible

Miguel Gallego Zapata ____________________

 

 

 

 

Procedente de Camba-Laza-Orense, donde tuvo su primera escuela, ganó en concurso de traslado la Escuela número 1 de San Javier, tomando posesión el 5 de octubre de 1934.

     A las dos semanas de estar en San Javier tenía una matrícula de 120 niños, llegando a tener hasta 136 alumnos;  sus métodos marcaron un hito que causaba la admiración de los padres y montó un taller de carpintería en la escuela que fue la admiración de la Inspección que, sin embargo, le recriminó por empezar las clases a las ocho. Tuvo que intervenir el Alcalde para que el otro maestro, don Tomás Romero, le descargara el excesivo contingente que con su buen hacer había acumulado. Con su ilusión y la de los padres logró que a los ocho años los niños supieran leer y escribir, las cuatro reglas y escribir una carta con buena caligrafía, pues en esto era muy exigente. Su mujer fue maestra en El Mirador y en Dolores de Pacheco, y en ambos lugares gozaron de gran predicamento.

     Recuerdo algunos de sus alumnos: Joaquín Hernández Belmonte, Ignacio Sáez Mercader, Severiano Gómez Tudela, Enrique Ruiz Imbernón, Andrés Escudero Larrosa, Juan Manuel y José Luis Martínez Jiménez, José Soler García, Javier Soto Martínez, Andrés López López, Lázaro Saura Martínez, Nicolás Castejón Pardo…

     Gran aficionado al fútbol jugó de defensa en el equipo del San Javier con sus amigos Juan Belmonte y Joselito, entre otros, y fundó un equipo con los niños de su escuela denominado Club Deportivo Escolar; se quedaba por la tarde y jugaba con ellos en el patio del colegio consiguiendo que incluso alguno de ellos llegara a ser profesional. Empleaba unos métodos peculiares, pues en vez de jugar once contra once, oponía al once titular equipos de quince y hasta treinta, lo que hacía que tuvieran una forma de desmarcarse que cuando jugaban con equipos de mayor envergadura los mareaban, por supuesto al primer toque.

     Estuvo movilizado durante la cruzada, volviendo a su escuela al final de la misma.

     En una pequeña crisis política el Gobernador le nombró Delegado Gubernativo y en el corto período desde setiembre de 1939 a enero de 1941 fue un gran Alcalde, limando asperezas de aquel período tan nefasto.

     Más tarde se marchó a San Miguel de Salinas, su pueblo, donde ejerció hasta su jubilación. Tuvo una brillante actuación en asuntos de riegos, ocupando altos cargos en importantes comunidades de regantes.

     Era un hombre irrepetible. San Javier no le ha valorado como mereció.

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