Mi vida es mi vida,
solo a mí me pertenece
y gratitud debo a Dios
por el tiempo que me resta.
Dejadme
sosegar mi larga vejez
contemplando
los cristales de la mar
cuando el sol la enciende.
La vejez me hace cómplice
de mis largos insomnios
y sigo confiando en que alguien,
algún día,
me ayude a cruzar a la otra orilla.