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Vicente Ramos, hernandismo puro

Juan José Sánchez Balaguer ____________________

 

 

 

 

Vicente Ramos, el historiador, filósofo, crítico literario y muchas otras cosas más, nos dejó el 2 de junio de 2011, tras una vida cumplida desde que nació en septiembre de 1919 en Guardamar del Segura. Su vida frente al Mediterráneo en la Albufereta alicantina, con Manolita, estuvo plagada de publicaciones, conferencias, cartas y amigos: en Orihuela, Joaquín Ezcurra, Manuel Martínez Galiano, José Guillén García, Francisco Martínez Marín, Antonio García Molina y otros, porque se sentía muy cercano a la huerta de la Vega Baja alicantina gracias a Gabriel Miró -su maestro literario y casi podríamos decir que vital y estético-,  objeto de ediciones, estudios y de la tesis con la que consiguió el grado de doctor en 1963.

   

     La prosa cargada de lirismo de Miró, pausada en las descripciones y siempre anhelante de un silencio místico con la naturaleza, fue para Ramos faro y guía de toda una vida consagrada a la cultura alicantina en sus más variadas facetas. Como aficionado al fútbol, al menos en su juventud, escribió la historia del Hércules C.F. Era un humanista que, como tal, escuchaba mucho y hablaba poco, vehemente en temas que afectaban a la feliz convivencia de los españoles. Su paso por la vida pública nos dejó como consecuencia estudios sobre Alicante y una visión pesimista de la clase política.

  

     Pero, por encima de sus innumerables trabajos y de su intensa vida literaria, siempre recordaba con emoción aquel sábado 21 de agosto de 1937 en que conoció, a través de su amigo oriolano Manuel Molina, al autor de El rayo que no cesa. Desde aquel iluminador día, en plena Guerra Civil, la aureola hernandiana lo acompañó. Publica en 1946, en la revista alicantina Verbo (en la que participó en su fundación en ese año), el poema “Vuelo”; gestiona junto a Manuel Molina la publicación de las obras completas en Aguilar a finales de los 40; se ofrece a que el hijo de Miguel Hernández disfrute de una educación reglada (gracias a María de Gracia Ifach); edita a finales de 1951 con Molina la bella carpeta Seis poemas inéditos y nueve más, con el objeto de dar a conocer unos hermosos e inéditos poemas hernandianos y recaudar! dinero suficiente para impedir que los restos mortales del oriolano fuesen a parar al osario, lo cual le trajo como consecuencia a su generosidad algún topetazo con las fuerzas vivas del momento, y la ingratitud de la viuda del poeta; publica artículos y un libro sobre el poeta en 1973 que reivindica una concepción hilozoísta de Hernández, en donde la naturaleza está viva y de ella todo mana, incluso la muerte; y publica en 1976 el libro, firmado con Manuel Molina, Miguel Hernández en Alicante, en el que se refleja la intensa difusión de la figura hernandiana y la bibliografía  sobre el poeta. Y mantuvo con Orihuela y la comarca de la Vega Baja siempre un contacto estrecho.

  

     Ramos sobresalió por una mirada limpia, pura, sin zancadillas ni bastardos intereses. Siempre destacó el hernandismo como una manera clara de conducirse por la vida, y a ello seguimos siendo fieles. Su casa tenía siempre las puertas abiertas a quien llevara en su corazón al poeta oriolano. Por todo ello, la Fundación que lleva el nombre de Miguel Hernández le concedió la Medalla al Mérito Hernandiano por su fidelidad al mensaje hernandiano. En 2010 fue entrevistado para los documentales sobre el centenario del poeta oriolano producidos por Canal 9 -La Marea Producciones-DACSA, y promovidos por la Fundación. Ahí se resume su lección de vida y su entrañable y vivo recuerdo hernandiano.

 

     Fue testigo de una época de penurias y claudicaciones, sí, pero también de amistades firmes y audacias infinitas. Fundó y dirigió la Biblioteca Gabriel Miró en 1952, impulsada por el presidente de la Caja de Ahorros del Sureste, D. Antonio Ramos Carratalá -hoy en día la mejor dotada en Ciencias Sociales y Humanidades de Alicante-, y dirigió la revista Idealidad, publicación de extensa vida que se hacía eco de las actividades culturales de la Caja en Alicante y Murcia, pero también de otras Cajas de Ahorros.

 

     En definitiva, un erudito que sabía que la medida de todas las cosas era el hombre y que desde su privilegiada atalaya de la Albufereta –Mare Nostrum por horizonte- podía asomarse con pureza al decurso de la Historia, con objetividad y siempre documentalmente. Y, además de todo ello, un compañero solícito de la Caja que se implicó en hacer de la Cultura no sólo una Biblioteca de la que podemos sentirnos todos orgullosos, sino también que formara parte de nosotros y de la provincia.

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