Índice de Documentos > Boletines > Boletín Diciembre 2012/Enero 2013
 
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... en cualquier momento y lugar

Miguel Escolano ____________________

 

 

 

 

Hace algún tiempo, me vi gratamente sorprendido cuando en la Zona de Novelda me entregaron una nota extraída del Diario CAM en la que el autor, mi compañero y amigo Paco Monllor, me aludía y hacía una serie de reflexiones apoyándose en una frase que, efectivamente, proferí en reiteradas ocasiones durante el tiempo que permanecí activo en la Caja: “A los jefes hay que atenderles; a los empleados hay que mimarles”.

  

     Siendo así que “el olvido es una de las cosas que más duele a los mayores”, es fácil comprender, por tanto, mi enorme alegría y agradecimiento por cuanto que, jubilado ya mismo más de veintidós años, encuentro una referencia hacia mí persona y, además, relacionada con una materia que he procurado me fuera de especial observancia y cumplimiento durante buena parte de mi vida profesional.

 

     Han transcurrido muchos años desde que leí en un “Readers Digest”, al que accedí de manera fortuita, una anécdota que me indujo a reflexionar. Contaba yo entonces con la responsabilidad de dirigir a un grupo de compañeros. Solíamos comentar y en ocasiones nos reuníamos para tratar las cuestiones relacionadas con las normas y la mecánica de su aplicación en los distintos quehaceres. Nos relacionábamos bien, pero es justo reconocer que la mayor atención se ponía en las cuestiones funcionales, la aplicación de las normas y en todo aquello que pudiera viabilizar el incremento de las cifras que se nos demandaba por la Caja.

 

     Dicha anécdota venía a decir en síntesis, lo siguiente:

 

     “Con ocasión de la visita del Presidente de la multinacional IBM, y siendo así que en aquellos momentos existía una enorme curiosidad por todo lo que se refería a cuestiones informáticas, se le requirió para una rueda de prensa en la sala del aeropuerto de Orly (Paris), donde se congregaron un elevado número de periodistas atraídos por la indudable relevancia del personaje, deseosos de conocer a su través cuestiones tanto técnicas como de funcionamiento de sus fabricados, así como los aspectos más destacables de sus componentes, de su funcionamiento y de la dimensión de sus capacidades de futuro, Qué piezas, qué sistema, qué programas, qué capacidad de resolución… etc. fueron cuestiones lanzadas en tropel hacia un asombrado Presidente que se limitó a responder: En nuestra Empresa contamos con magníficos profesionales para resolver las cuestiones que ustedes me plantean. Yo de todo eso no entiendo. ¡YO SOLO ENTIENDO DE HOMBRES!

  

     Los minutos que utilicé en la lectura de este relato, dieron un vuelco en mi manera de enfocar mis comportamientos y los de los demás.

 

     Me impactó sobremanera este mensaje, tanto por lo que tenía de humildad al reconocer la mayor capacidad de otros en determinados menesteres como por la arrogancia de sentirse conocedor de los hombres. Ello me hizo deslindar lo puramente funcional, donde fundamentalmente venía moviéndome con entrega e inquietud, de lo humano. Empecé por interesarme más por mis compañeros, por el hombre, a tener en cuenta sus aspiraciones, a animarles en todas las situaciones, a hacerles más grato el trabajo, a ayudarles para que pudieran hacer todo aquello que eran capaces de hacer…, en definitiva, a favorecer un clima de sincera cordialidad. Es por ello que, cuando pasadas decenas de años aparece una alusión en positivo sobre aquellas cuestiones de difícil cuantificación que pretendía que se estimaran, me siento humildemente orgulloso de que alguien haya sabido valorarlas y traerlas al presente.

 

    Expreso este relato para animar a seguir esta línea de actuación y para reforzar a quienes ya estén en ella.

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