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Penas y alegrías

Antonio Pérez Menárguez ____________________

 

 

 

 


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ecuerdo aquellas tertulias familiares en mi adolescencia en las que leíamos poemas,  alguno susurraba alguna canción como las coplas de sátira política, " ¡ Ay, panadera ! ", se recitaban poesías de Miguel Hernández, García Lorca, Machado o Campoamor, o aquella de Rafael de León, " Penas y Alegrías del Amor " que recitaba magistralmente el inolvidable rapsoda oriolano Gabriel Marcos, mi suegro, que me viene a la memoria con motivo del gran desasosiego que hoy invade a la gran mayoría de la ciudadanía española.

     Es morir a cada paso, por la grave crisis que atravesamos, y seguir viviendo luego, cuando los políticos, unos a otros, se acusan, se insultan y nos dejan boquiabiertos, con una espada de punta siempre pendiente del techo. Cuando por la noche a solas me quedo con tu recuerdo, repaso los acontecimientos, me llega hasta las entrañas tanto esperpento, derribaría la pared que separa nuestro sueño. ¡Ay, pena, penita, pena, cuánto desencuentro! 

     Mira como se me pone la piel, cuando veo todo lo que está ocurriendo, se dicen miserables, mentirosos..., de la herida que atraviesa mi cuerpo. La ciudadanía ofendida y humillada, tienes clavos en las manos y cuchillos en los dedos, y en la sien una corona hecha de alfileres negros. 

     Pase lo que pase te sigo queriendo, que tú no tienes la culpa de lo que te están haciendo. ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero! La falta de respeto mutuo, un muro que nunca puede saltar el pueblo, porque esa inquina produce desaliento. ¡Ay, qué alegría y qué pena quererte como te quiero!  

      El gobierno y la oposición, frente a frente, los españoles en medio, mejor ni lo cuento. Y yo bien sé que me quieres y tú sabes que te quiero, pero lo que saben los dos nadie puede saberlo… ¡Ay, pena, penita, pena de nuestro amor en silencio! ¡Ay, qué alegría y qué pena, quererte como te quiero! La flama del desencuentro: tanto amor es agonía, lucha, angustia, llanto, miedo… para la ciudadanía, es morirse a cada paso y seguir viviendo. 

     Salgo de mi casa con un solo pensamiento: qué hemos hecho para merecernos esto. “Me lo dijeron ayer las lenguas de doble filo, esta situación ha de cambiar de camino. La otra tarde, en la plaza Nueva, escuché a uno diciendo: ¡Ay, pena, penita pena, cuánto, escándalo y desconcierto! ¡Ay, qué alegría y qué pena, quererte como te quiero!.  

     Mira si te quiero, que aunque se hunda el firmamento, aunque la tierra se abra, aunque tanta desvergüenza lo sepa tó el país y el mundo entero, yo seguiré pregonando mi amor a España, a los cuatro vientos. ¡Sígueme queriendo, tormento de mis tormentos! ¡Ay, qué alegría y qué pena, quererte como te quiero!

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