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E L   Á R B O L

 

Francisco Guardiola Soler

 

Muchos escritores y poetas han escrito so-bre el árbol. Existe un poema de Rafael Alberti que es una verdadera apología sobre tan útil vegetal.

            En la Biblia se hace referencia a él, al árbol del paraíso de Adán y Eva, al del Bien y del Mal. También a los olivos milenarios de Getsemaní, en donde Jesús oró al Padre antes de ser preso y posteriormente crucificado sobre la cruz de madera de árbol. Estos olivos ya eran viejos cuando Jesús los visitó.

            Antonio Machado en un poema hace referencia a los árboles que crecen al borde del camino, a la orilla del río Duero, dice así: Voy recorriendo desde Soria a San Saturio / caminante no hay camino / se hace camino al andar.

            Alrededor del árbol de Guernica, viejo roble, se reunía el lehendakari con los demás mandatartios de Euskadi.

            En la bandera del Líbano, en el centro, sobre sus colores, figura el cedro, muy abundante en sus montañas. Los fenicios, grandes navegantes, fabricaban sus naves con la madera de estos cedros. En la de Canadá figura la hoja de arce, árbol de cuya savia se extrae azúcar.

            El árbol de Navidad, de tanta tradición en los países norteños de Europa: Escandinavia y Alemania; tradición que trascendió al Reino Unido, Canadá y Estados Unidos.

            Hablamos del árbol genealógico de las familias reales y nobiliarias.

            Las ramas de un árbol servían de patíbulo a la justicia aplicada a los delincuentes.

            En la región más elevada de Málaga existe el pinsapo, de la familia de los pinos, una reminis-cencia arbórea de la época de los dinosaurios.

 

alto y corpulento.

            Las florestas son necesarias; una de las más grandes está en Brasil, en la región del Amazonas, pulmón del mundo que desgraciadamente, por inte-reses comerciales, está siendo talado sin miramien- to alguno.

            Hay grandes extensiones de coníferas en el norte de Europa y en Siberia, principalmente abetos, pinos y abedules. Al igual que en Canadá, Alaska y Estados Unidos, donde abunda el roble. En Australia existen grandes extensiones de árboles en las que el eucaliptus es el rey.

            Indonesia es muy arbórea: tiene muchas familias, entre ellas las especias y agrios: manda-rinas, naranjas y pomelos.

            En general, las zonas boscosas son redu-cidas en comparación con las desérticas, pedregosas o rocosas en las que no pueden enraizar los árboles por falta de mantillo en que medrar.

            El ser humano se ocupa en talar, pero no en repoblar el terreno deforestado: quemas intenciona-das con fines especulativos, indiscriminados cortes para el aprovechamiento de maderas preciosas        -como en África-, hacer carbón vegetal o talar terrenos para plantaciones de secano o de riego en las que el árbol no es deseado por su lento crecimiento y rentabilidad a largo plazo.

            La piromanía es una de las locuras del ser humano. Debemos mentalizarnos de que el árbol es un complemento más en la naturaleza, indispen-sable.

            Piensa bien antes de talar qué es lo que vas a hacer: el árbol nos da sombra, frutos, medicinas, oxígeno, resinas, madera; hasta su corteza y el man tillo que generan sus hojas para abonar los cultivos.

            En la isla canaria de La Gomera hay unos bosques de lauráceas que no existen en otros lugares.

            En Elche, Alicante, tenemos el palmeral más grande de Europa.

            En Canarias existe el árbol del drago, que existe solamente en dichas islas.

            Hablando de rarezas exclusivas, las secuo-yas que existen cerca de la costa del Pacífico en los Estados Unidos son árboles que se caracterizan por su gran altura y longevidad. Existen desde épocas prehistóricas. Del baobab africano brota agua abundante  al  practicarle una  incisión  o  corte. Es

 

             En la parte levan tina del Mediterráneo, en nuestra península, esca-sea el árbol. Hay muchas zonas en que su terreno es semidesértico por la carencia de árboles. Las autoridades deberían in-tervenir para su remedio.

             Debemos respe-tar la magna obra de Dios que es la natura-leza.

 

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