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- EL CARTERO DE SAN JAVIER
 
El Ayuntamiento de San Javier, en sesión celebrada el día 21 de abril de 1.901 y siendo Alcalde Don Juan Sánchez Ribera, nombró cartero a MIGUEL GALLEGO ZAPATA, abuelo del cronista que suscribe.

A tenor de este nombramiento, me vienen a la memoria dos anécdotas que, por considerarlas de interés, voy a relatar.
La primera es que, en un principio, el franqueo de las cartas se empezó a pagar en destino, o sea, que los que recibían una carta debían pagar el correspondiente franqueo al llegar ésta a su poder; pero al observar que había gran cantidad de devoluciones, no hubo más remedio que optar por crear los sellos de correos que se utilizan actualmente.
Parece ser que el procedimiento antiguo se prestaba a una gran picaresca, puesto que cualquier seña convenida en el exterior del sobre, o el solo hecho de llegar la carta, permitía al receptor conocer e interpretar el mensaje sin necesidad de tener que abrirla, y por lo tanto no había que efectuar pago alguno.

El primer sello nació en Gran Bretaña en 1840.
Generalmente se tiene por su inventor a Rowland Hill, que estableció el previo pago de un penique como indicador, ante los oficiales de correos, de que tal pago se había efectuado.
Muy pronto la utilidad del sello se hizo patente en otros países. Este revolucionario sistema postal se adoptó en España a partir del 1 de enero de 1850, en virtud del R.D. de 25 de octubre de 1849 que estableció la obligatoriedad del franqueo previo.

La otra anécdota es que, como en aquella época los periódicos los vendían los mismos carteros, mi abuelo, por lo visto, los llevaba con las cartas a sus destinatarios, y seguramente llevaría también algunos ejemplares para compradores ocasionales.
Lo cierto es que -se contaba en mi casa-, en ocasión de que mandara a mi padre, que era pequeño, a llevar correspondencia y algunos periódicos, y no vender ni un ejemplar, éste, atemorizado por la posible reacción de su padre, para evitarse la reprimenda, en lugar de volver a su casa, se marchó al Llano del Beal, donde vivían unos primos de sus padres (que por cierto eran Ángel y Lorenza, posteriormente dueños de la Fonda Nueva Santiago de La Ribera), los cuales, al conocer esta “huída”, se apresuraron a traerlo de inmediato y mediar entre padre e hijo.

Esta segunda anécdota demuestra que ya en aquella época los periódicos gozaban de pocos compradores.

Y hablando de Correos, en el edificio de la oficina de San Javier, y justo encima del buzón, desde tiempo inmemorial venían haciendo nido las golondrinas. Pues bien, demolieron el antiguo edificio de planta baja y construyeron otro en el mismo sitio con tres plantas y sótano, y las golondrinas siguen viniendo, año tras año, anidando en el mismo sitio, pero dos plantas más arriba.
Y, aunque, por supuesto, molestan, pues es frecuente que al acudir al buzón caiga algo del nido, nadie ha protestado jamás, pues, como dice Camilo José Cela, es un “avecica” a la que todos respetamos porque le quitó las espinas de la corona a Nuestro Señor Jesucristo cuando agonizaba.

La golondrina es la más popular de las aves emigrantes y, como anunciadora del buen tiempo, goza en todas partes del cariño del vulgo. Los poetas le han dedicado inspirados versos, y en la tradición representa un papel simpático. El cantar español dice:
En el monte Calvario / las golondrinas le quitaron a Cristo / las cinco espinas.

En el Piamonte llaman a las golondrinas “pollitos del Señor”, y en algunas partes de Alemania “pájaros de la Virgen”. Matarlas o destruir sus nidos se considera en muchos pueblos pecado mortal. En Hungría créese que las vacas de quien mata una golondrina dan leche mezclada con sangre.

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