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- TODO ES POSIBLE * MI AMIGO
 
Un hombre trabaja en un restaurante de carretera sirviendo comidas detrás del mostrador. Un día, una mujer le pide una aspirina. El hombre dice que no tiene, pero el encargado le indica que mire bajo el mostrador.

El hombre mira, duda y, finalmente, ofrece a la mujer un frasco. Esta lo mira, mira al hombre y le dice: “esto no son aspirinas”.

El hombre coge de nuevo el frasco, lo devuelve a su sitio, toma otro y lo ofrece a la mujer que lo mira y repite: “esto no son aspirinas”.

Esta acción sucede varias veces. Por fin, la mujer dice: “no importa, déjelo”, porque se da cuenta de que el hombre no sabe leer y, consecuentemente, ignora cual es el frasco adecuado.

El encargado le despide de su trabajo alegando que, de igual forma que no distingue un bote de aspirinas de otra medicina, podría utilizar algún producto inadecuado y envenenar a sus clientes.

Más adelante, hombre y mujer se encuentran y ésta le enseña a leer, lo que le permite desarrollar sus facultades intelectuales, encontrar un nuevo trabajo, progresar en el mismo y, finalmente, casarse con la mujer.

¿Qué impulsó a la mujer a ayudar al desconocido? Tal vez que era atractivo, tal vez la turbación que advirtió en él cuando se dio cuenta de su situación de desvalimiento... El hecho es que hizo algo por el hombre sin pedir nada y, a cambio, encontró el amor.

Cuanto aconteció podríamos decir que fue fruto de la casualidad, que era un guión de película ...

Es posible que fueran ambas cosas; es posible también que eso o algo parecido ocurra cada día a nuestro alrededor y no lo advirtamos, sumergidos –como estamos– en esa espiral de informaciones sobre terrorismo, violencia, discriminación, marginación, vida rosa y cotilleo que nos rodea.

Parece que no haya nada más que observar. Tal vez porque – según dicen – las audiencias de esos medios, expertos en ofrecer lo menos valioso del ser humano, han descubierto que si miramos las miserias ajenas podemos olvidar las propias.

Y, sin embargo, bastaría con que miráramos la vida con otros ojos. ¡Hay cosas tan bellas y, a la par, tan sencillas!
¿Acaso cuando vamos por el campo no nos admira el aroma del tomillo, la belleza de las margaritas silvestres, el revuelo de las mariposas cortejándose...?

Tal vez si empezamos por apreciar lo mucho (o poco, pero bueno) que tenemos, podríamos advertir que siempre hay alguien dispuesto a hacer algo por ti, por mí, a cambio de nada.

Tal vez el no querer abrir los ojos sea por temor a que tanta luz nos deje ciegos.
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* MI AMIGO

Yo tenía un amigo.
Con él volaba cometas.
Juntos vadeamos el río
de aguas tranquilas y quietas,
juntos nos fuimos al bosque,
juntos cogíamos setas.

Arriba, donde la ermita
contempla las tierras manchegas
corríamos juntos senderos
entre aromáticas hierbas,
entre los pinos y almendros.
Junto a labores de siembra.

En el olivar del abuelo,
entre la tierra reseca,
cogíamos espárragos tiernos
y algunas amargas hierbas
y espantábamos las liebres
con inofensivas piedras.

Pasaron así los veranos
tras floridas primaveras
y los otoños suaves.
También las nieves primeras
de tantos fríos inviernos
de la llanura manchega.

Un otoño se me fue,
sin despedirse siquiera.
Como a todos, le llegó
esa que es la hora postrera,
la de emprender el viaje
que no tiene vuelta ni espera.

Ya no he vadeado el río.
Ya nunca he volado cometas.
Y, cuando paseo entre olivos
o cuando busco las setas,
siempre recuerdo a mi amigo
y mi garganta se seca.

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