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- PAÍS HABLADOR
 
Sabíamos que uno de los defectos españoles es la dificultad para precisar la hora de las citas.

La práctica tradicional es conocida: no se queda a las diez, como propondría un suizo, sino de diez a diez y media, naturalmente con la intención de aparecer a las once menos cuarto. Si nos citamos con persona española acudimos tranquilos; se da por segura su comprensión. No nos regañará ni brindará mueca de enfado, ya que una vez nos presentemos en el lugar esa persona no habrá llegado todavía.

La impuntualidad es uno de los valores patrios más trabajados, pero tenemos otros. Resulta divertido leer las opiniones de varios corresponsales extranjeros en España, recogidas en un libro titulado ´Vaya país´.
Con independencia del alto concepto que todos tenemos de sí mismos, siempre es aconsejable enterarse de cómo nos ven los demás. Y creo que algunos retratos de estos corresponsales no tienen objeción, especialmente los que aluden a nuestro don de palabra.
´A la gente, en España, le gusta hablar, incluso cuando no hay nada que decir. Es completamente improbable que alguien no tenga opinión sobre cualquier tema de la vida humana´, observa un alemán.
Otro germano capta algo parecido:
´Sólo en España es posible un programa de debates televisivos que consiste en no dejar hablar más de 59 segundos seguidos a los invitados. Antes de poder desarrollar sólo media idea, la tierra les traga el micrófono…
A los pobres responsables del programa ya les parecerá un gran avance sus 59 segundos, si se compara con otros espacios de debates donde hablan todos mucho y a la vez´.
Hasta una japonesa nos ha visto el plumero:
´Hablan con dramatismo, incluso de las cosas más nimias y banales, hablan con el cuerpo y el alma y, además, quieren ser escuchados… y, como no hables deprisa, te cortan´.
Doy por sentado que a todos nos gustaría que nos viesen de otra manera, pero es así cómo nos describen.

Y eso –no le demos más vueltas– nos pasa por hablar.

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