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NAVIDAD 2005
 
Inexorable, transcurre el tiempo. El calendario, registro ideado para fijar la duración de los aconteceres de la vida, se consume constantemente otoñal deshojándose día a día. Y de nuevo, como si de una flor olorosa se tratara, nos anuncia con la fragancia propia de su extinción –el nuestro nos acerca al fin de año- la proximidad de la fiesta familiar por excelencia: La Navidad.

Nacimiento -eso es la Navidad- que representado por un árbol repleto de luces y dádivas, por un trineo tirado por renos, por papá Noel o por un belén, ... según los ojos de cada cual, no puede quedarse únicamente con signos externos aunque simbolicen historias o leyendas ya remotas que invitan a los buenos deseos.
Por costumbre, es tiempo de turrones y dulces; y aunque a muchos no llegan porque la generosidad de la cosecha es desigual, a otros les harta, regada, además, con buen cava.

Con ellos, con los buenos deseos, hay que llegar a lo real. Y lo real, lo que sacude, lo que está golpeando nuestras conciencias, es lo que en la voz desgarrada de José Mercé denuncia el villancico gitano cuyas primeras estrofas finalizan esta reflexión: Insistentemente están llamando a la puerta de este primer mundo esquilmador, derrochador, insolidario. Insistentemente, sólo con ¿amagos? de violencia por el momento.

La llamada convertida en acontecimiento monitorio, y la aldaba transformada en burda patera o en rudimentaria y frágil escala con que superar la verja, hito espinoso del largo viaje en busca de un ilusorio paraíso, nos sobresaltan. Por irresponsable imprevisión probablemente, nos exasperan.

Al tiempo que se denuncia que casi la mitad de los jóvenes de este norte tiene problemas de sobrepeso, al igual que más de la mitad de adultos, los estados fronterizos que soportan en primer término la presión de la hambruna y la miseria ¡qué contrastes! buscan extraños argumentos para justificar lo injustificable. Y el resto, por lo que parece, está a la expectativa.
¿Qué tiene que ocurrir para afrontar el problema?

No sé por qué razón estos acontecimientos me hacen recordar páginas de la historia que hablan de la invasión de los bárbaros y de la caída del Imperio Romano...
¿será una estupidez? ¿un despropósito?

Por el momento, y desde nuestra graciosamente privilegiada posición sólo por el hecho de haber nacido aquí, y no en África por ejemplo, (¿qué méritos tenemos para esa “pole”?) cabe insistir en la denuncia y en la exigencia de redistribución de nuestra ventaja, conseguida en ocasiones a costa de esquilmar lo ajeno. No hay más que repasar la historia para asegurar esta afirmación. Exigible, pues, por justa ¿por qué no se habla de restitución? Puede que así muchos se sintieran bien en sus casas. Y también Dios en la de todos.

Y con esta reflexión que aunque soy abuelo me agobia más que mis años, transmito mis mejores deseos para todos ¡Feliz Navidad!
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“A la puerta de un rico avariento
llegó Jesucristo, limosna pidió.
Pero el rico, en vez de la limosna
los perros que había se los achuchó.
Pero quiso Dios que los perros
al momento rabiaran
y el rico avariento ‘probe’ se quedó”




 

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