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UN VIAJE A EGIPTO EN EL AÑO 2000
 
“El Universo teme al tiempo, y el tiempo teme a las pirámides” (Proverbio egipcio)

Visitar Egipto es como asomarse al mundo de las civilizaciones, y descubrir el pasado de un pueblo culto y guerrero que con el transcurso del tiempo se estancó en la mediocridad. Todavía hoy se puede ver en el país el mismo tipo de gentes de hace tres o cuatro mil años, que utilizan los mismo animales y los mismos instrumentos de trabajo. Se dice en Egipto que fue el primer pueblo que vio el sol, que habló con las estrellas y recibió el llanto de las nubes.

El viaje en barco hacia Edfu, admirando el panorama desde la cubierta, es una maravilla. El templo de Edfu es el mejor conservado, según nos informaron, de la época ptoloméica. Fuimos al centro en las típicas calesas, sucias y rotas, movidas por escuálidos caballos sobre un suelo (camino, calle o carretera) muy deteriorado y polvoriento.
A lo largo del recorrido había tenderetes para la venta de chilabas y otras baratijas a los turistas. El templo es majestuoso y se conserva bien. La temperatura ambiental era excesivamente alta, y los niños corrían descalzos, sucios y harapientos detrás de las calesas pidiendo dinero, bolígrafos, chicles o caramelos.

La navegación hacia Luxor fue lenta, facilitando la contemplación del paisaje. Visitamos el templo de Karnak, el mayor centro de adoración de la historia egipcia. Majestuoso, grandioso. Seguidamente visitamos el templo de Luxor, donde falta el obelisco que se llevó Francia y está instalado en la Plaza de la Concordia en París. También visitamos el Valle de la Reyes y los Colosos Memnon.

Las frases o palabras en español más escuchadas, dichas por niños egipcios a los turistas son: amigo, adiós, hola, viva Franco.

Contemplar las orillas del Nilo mientras se navega es volver al pasado con el pensamiento. No se alcanza la suficiente sensibilidad para llegar a asimilar las bellezas que observan nuestros ojos. Son las pequeñas cosas que quedan del pasado que hoy se han hecho grandes en la historia de la humanidad.

El silencio guarda en los templos la grandeza de los faraones, y se aprende su historia a fuerza de emociones. La locura del tiempo no ha logrado borrar las huellas de la vieja civilización. La historia nos la hace presente. Se percibe en el tiempo y en el lugar una especial santidad.

Las falucas son bellas embarcaciones, ligeras y estrechas, con sus velas dominando al viento. Los cantares egipcios son alegres y monocordes. La vida allí es tranquila y sosegada. Confían en el futuro. Su futuro es hoy.

Durante el viaje me pregunté infinidad de veces qué piensan actualmente los egipcios de su pasado. ¿Serán conscientes de su grandeza? Sólo con la razón no se pueden comprender las civilizaciones de hace milenios, hay que confiar en el corazón para ir descubriendo por medio de sus impulsos la verdadera historia del pueblo egipcio. Las palabras están representadas por dibujos en los muros de los templos. Allí, en los jeroglíficos se habla de amor y de guerra.

El placer de navegar por el Nilo es el éxtasis de los sentimientos. En el Nilo la mujer se muestra desnuda, y los cuerpos hermosos tiemblan bajo el agua tranquila del río. Ya no sabes si es verdad lo que estás viendo o son imágenes de una fantasía erótica. La gente en la calle parece indiferente.
Me entristece y me irrita tanta miseria en los hombres y en las cosas. Nada o muy poco han mejorado estas vidas desde los años faraónicos. Está claro que el pueblo egipcio ha experimentado un mínimo y lento progreso a lo largo de su reciente historia, pero este pueblo que aprendió y creció muy deprisa, ahora está viviendo de las grandezas de su esplendoroso pasado.

La puesta de sol contemplada cuando se navega de sur a norte, es algo imposible de olvidar. El sol enciende las palmeras, los plataneros y lo arrozales en las orillas del río antes de ocultarse tras el desierto. El silencio de la tarde invita a pensar. No hay razón para comprender tanta belleza. Y menos para poder expresarla en palabras.

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