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EL ORADOR
 
Cientos de ojos le seguían. A cada uno de sus movimientos la masa congregada a su alrededor se estremecía.

¿Cuántos había? Unos decían después que no menos de 1000; otros, sin duda más conservadores, estimaban la cifra en 500. Seguramente ninguno tendría razón, porque, en estos casos, unos hacen la estimación en función de los metros cuadrados ocupados, otros, según expresan, hablan por la voz de la experiencia. Estoy seguro, sin embargo, de que ninguno se tomó la molestia de contarlos.

Sonó la campana del reloj del ayuntamiento y el hombre empezó a hablar. Primero con titubeos y sin atreverse a mirar al frente; después fue tomando confianza y se irguió, mirando ora a un lado ora a otro. Estas fueron sus palabras :

“Hemos venido aquí desde La Mancha, desde Murcia, desde Salamanca, pero ¿cuál es nuestro propósito? Las veredas reales van desapareciendo día a día por la presión de los grandes terratenientes, que cada vez ponen más pegas a nuestra ancestral costumbre de la trashumancia. ¿Dónde encontraremos pastos, si nos cierran el camino?

Siempre hemos procurado que los derechos recibidos de nuestros padres se mantuvieran, sin tomar nada que no fuera nuestro. ¿Acaso debemos renunciar a estos derechos, simplemente porque hay quien quiere usurparlos?”

Un clamor vino de la masa, que se arremolinaba nerviosa. A su alrededor varios perros ovejeros correteaban, lanzando pequeños y agudos ladridos que no contribuían, precisamente, a la calma y serenidad.

Siguió hablando: “ El precio de los cereales se ha incrementado de manera escandalosa y el pienso resulta cada día más caro. ¿Acaso debemos conformarnos y abandonarlo todo en manos de la especulación y la fatalidad ?”

Un nuevo clamor le obligó a interrumpirse, momento que aprovechó para beber un trago de vino de la bota que llevaba pendiente del hombro.

“Quedan pocos pastos libres y la sequía ha venido a arrasar lo poco que quedaba en pie después de las heladas de la última primavera. Los precios de la lana están por los suelos, nuestra cuota de lácteos ha sido recortada de nuevo por la CEE. Hemos tenido que arrancar muchas hectáreas de vides y olivos y, dentro de poco, dejaremos de recibir los fondos para el desarrollo.

¿Unión Europea? Aquí cada uno hace de su capa un sayo, importándole muy poco lo que pueda pasarle al vecino...”

Una voz, a gritos, le interrumpió: ¡Ramiro! ¡Ramiro! ¡Ramiro!

Se calló e intentó ver quien pronunciaba su nombre.

La voz, continuó: “¿cuántas veces he dicho que te dejes de tonterías y lleves las ovejas a abrevar al río? ”

“¡Ya voy, madre, ya voy!” y el pastor, hablando entre dientes, maldijo su suerte, murmurando: “Ya no puede uno ni hablarle a las ovejas”.

Cogió su cayado y las alforjas, le echó otro tiento al vino y emitiendo un profundo silbido tiró un par de piedras a la oveja que llevaba la esquila.

Cientos de ojos le siguieron; la masa de ovejas empezó a moverse en dirección al río. No sabría decir con exactitud cuantas habría ...

 

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