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SER Y SABER HAN DE IR DE LA MANO
  (Si no, nuestro desarrollo se para)

Según una vieja teoría, nuestro desarrollo se realiza a lo largo de dos líneas: Saber y Ser. Ahora bien, si la línea del Saber sobrepasa demasiado a la del Ser, ese desarrollo no puede hacerse regularmente (!), y tarde o temprano tiene que detenerse. Si el ser se desarrolla más allá del conocimiento, el resultado es un “santo estúpido” (sic). (?)

¡Huy, huy...! Para mí, la contundencia de la última oración se hubiera podido obviar diciendo: “Lo mismo ocurre si la línea del Ser sobrepasa demasiado a la del Saber”. Pero, de ese modo, no me hubiera impresionado. Así que, el hecho de que este escrito salga a la luz sólo significa que me asombró lo de la estupidez o carencia de inteligencia en un santo, lo cual me movió a buscarle por mis medios una explicación, y opté por plantear por escrito todo el proceso de mi discurso con la intención de darlo a conocer, tal como acostumbro hacer siempre que quiero dar en el busilis de una cuestión, pues suelo afrontarlo como un desafío que acometo como ejercicio intelectual para agilizar mi ingenio, que buena falta me hace.

Y, para empezar, me apuntalo en las siguientes sensaciones: Una lógica necesidad de adquirir conocimientos; la apercepción de que algo de mi ser no me gusta; y, sobre todo, la verosimilitud de la teoría en cuestión.

Mi Saber: Honestamente, esa línea en mí me parece corta. Distingo claramente que cuantas cosas se me dijeron eran palabras, y que lo que leo también son palabras; y que sólo cuando empiezo a verificar esas palabras, entiendo su función en mí mismo y averiguo mis propios sentimientos y sensaciones conectados con ellas. Y luego, no antes, lo escuchado y lo leído adquiere significado y se convierte en conocimiento. Pero, claro, comprendo que ese significado no puede ser idéntico para todos, sino que el individual conocimiento que sobrevenga dependerá del Ser de cada uno, o, también, del momento en que esto ocurra.
Quiero decir que una misma experiencia no resulta lo mismo para todos. Estamos equivocados en muchas cosas: necesitamos más conocimientos; el ser no es lo mismo que el saber, y tampoco es preciso que el ser más signifique saber más.

Mi Ser: Mejorable, ciertamente. Reconozco que me gustaría que mi ser cambiara. Lo cual evidencia que algo de mí no me gusta. Pero, como esto no es nuevo, adivino que los cambios que siempre he creído se iban realizando en mí no se han producido. Posiblemente, lo que me parecía cambio pudo ser otra cosa, por ejemplo, diferente manera de imitar o nuevos gustos. No soy, pues, lo que juzgaba ser. Y, puesto que salta a la vista que yo no sabía lo que hacía, tal vez por funcionar como una máquina o por actuar medio dormido..., y, en cambio, ahora siento la necesidad de espabilarme, ¿por qué no atribuir esta ampliación de consciencia a una exigencia de mi Ser?

Para mí, tiene sentido admitir que el Ser, como propia actitud general ante la vida, nos mueve y nos guía, mientras que el Saber nos faculta para hacer. Y así, nuestro entendimiento resulta de una combinación equilibrada de ambas cosas. Y admito como condicionante que nadie, incluso un santo, podrá cambiar mientras sus conocimientos no se acerquen al nivel de su Ser.

 

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