Índice de Documentos > Boletines > Boletín Agosto/Septiembre 2005
 
P E N S A R
 
La costumbre, dice Sánchez Ferlosio, es una nana que convierte la atención en distracción y la vigilia en siesta. Muchos se aferran a ella aun ignorando porqué.

Olvidan que el ejercicio de pensar es estimulador y útil. Encallan o se dejan llevar y circulan arrastrados por la vorágine sin procurarse su destino. ¿Viven?

Si queremos descubrir nuestra identidad, -somos personas- y ser dueños de nosotros mismos, es necesaria la reflexión. Reflexionar es, dice el diccionario, “considerar nueva o detenidamente una cosa”. Reflexionando, pues, podemos descubrir en nosotros la capacidad de sorpresa, que aunque dicen que mengua con los años no debe ser así. Es la atrofia de curiosidad el síntoma de envejecimiento. Así pues, evitando el sesteo del pensar activamos el deseo de saber.

Aportando ilusión a nuestro quehacer ayudamos al esfuerzo creativo, facilitamos el proceso de aprendizaje y conseguimos trabajo bien hecho y satisfacción por ello. La ilusión contribuye, además, directa o indirectamente, a entender a los otros en sus cualidades y defectos, que también son los nuestros.

Don Pedro Laín Entralgo, en su ancianidad, allá por 1998, participó en uno de los cursos organizado por el Colegio Libre de Eméritos. Ilustre humanista como fue (los humanistas como él son pozos de sabiduría) lo aprovechó para denunciar el peligro de la involuntaria ignorancia de los universitarios que se limitan a aprender las técnicas de su profesión... ignorando qué pasa fuera de ella. No se enseña a pensar, actividad que debe ejercitarse y madurar desde el egocentrismo propio de la infancia hasta la sazón de la empatía, que facilita el entendimiento al predisponer a la comprensión de motivaciones ajenas. Igual denuncia se ha formulado en otros foros.

La realidad de nuestro tiempo nos ofrece información abundante y puntual. Y se nos presenta de tal modo que, carentes de perspectiva, nos crea confusión. Somos incapaces de comprender lo que realmente ocurre. Es más: mina determinadas certezas, que quedan obnubiladas. El permanente y desmedido consumo de información de actualidad, de fácil acceso y atractiva envoltura, nos embriaga.

Igualmente, por medios audiovisuales, se nos exponen reiteradamente situaciones violentas, reales o virtuales, juegos etc. que sorpresivamente atentan, cuanto menos, al respeto que merece el candor de nuestros menores. ¿Qué intereses ocultos animan estas escabrosas divulgaciones?

Se cuenta en la Odisea (Canto once) que Sísifo, rey de Corinto, era el más astuto de los hombres. Hijo de Eolo, hizo que reinara la paz en sus dominios encadenando a Thánatos (la Muerte). Sin embargo, fue castigado por los dioses a perpetuidad: por la ladera de una montaña debía empujar hacia arriba una enorme roca que volvía a rodar hacia abajo por su propio peso antes de alcanzar la cima. Y vuelta a empezar.

Refrenar la vertiginosa celeridad de los acontecimientos no es posible. Suceden. Y directa o indirectamente es la humanidad, somos nosotros, los responsables. Por eso es necesario su riguroso y siempre complejo análisis; estar alerta y discernir en lo que nos toca, que no es poco. “Averiguar lo que las cosas son”, -dice Ortega- es lo que se supone que pretende el hombre cuando se pone a pensar. Su comprensión, resultado del ejercicio de pensar, nos librará del obstinado e insufrible castigo de Sísifo.

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