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ENFOQUE MULTICULTURALISTA
 
El término multiculturalismo es de utilización dialéctica reciente, como reciente es el fenómeno de la inmigración en su consideración de presencia masiva, contemplada desde los efectos de la globalidad que ahora se vive, y de reivindicación de las minorías afectadas; aunque tenga una lógica antigüedad.

Se trata del modo de plantearse la acogida, más allá de la mera permanencia que puede ser corta o para siempre. ¿Debe ser un mosaico de culturas guiado por el respeto a cada singularidad, o debe enfocarse como un crisol en el que todos han de integrarse en lo mayoritario ya existente?
También es posible que existan lugares intermedios, pero el litigio actual, deseoso de dar cabida a todo el mundo y ser respetuoso con los derechos humanos, toma estos dos modelos como referentes para pilotar mejor los puntos de discusión.
La cuestión, bien planteada, debería tener como pilar maestro (para hallar una respuesta intelectual a la diversidad y realidad plural) a la filosofía, especialmente en sus derivaciones sociológicas y antropológicas, contemplando las problemáticas constitucionales y jurídicas, así como la profundidad humanística en sus dimensiones étnicas y religiosas, y no enfocarlo únicamente buscando salidas políticas, de mero compromiso, o simplemente por rasgos económicos.
Ninguna de estas voces está exenta de opinar; lo que se ha puesto muy difícil es saberlo combinar todo y hacer un cóctel que guste por lo menos a la mayoría.

La pregunta que nos formulamos es cómo poner en práctica, en un país de características ya establecidas, otras comunidades que tienen diferentes culturas y sensibilidades. Lo fácil y visto en tantos y tantos países de tradición occidental parece ser lo del mosaico, respetándose todo hijo de vecino como Dios manda.
Así han funcionado estupendamente los estados en donde hasta ahora no han surgido reivindicaciones que van más allá de la realización de unas costumbres privadas; pero hoy piden su reflejo cultural en las normativas sociales y en las leyes.
Estados Unidos se toma como axioma de integración social de minorías económicamente desfavorecidas y de respeto en principio a la diferencia cultural.
Es un sistema abierto y en evolución, que oscila entre la institucionalización de la diversidad y el ´asimilacionismo´.
En el decir del especialista José Morales (a quien seguimos en esta exposición sobre multiculturalismo), en ese país ´el mosaico querría convertirse en crisol, con algunas razonables limitaciones´. Otros ejemplos son Australia, Bélgica y Canadá, este último tras suplantar el biculturalismo que fue semilla de enfrentamientos y peligros para la unidad de la nación.

Si a los inmigrantes se les dan todos los derechos del mundo, aunque se les obligue a acatar la Constitución, la cultura que ellos traen puede experimentar modificaciones de adaptación por conveniencia digamos geográfica, pero que nadie crea que va a quedar intacta la cultura de la comunidad principal y mayoritaria, pues también se verá alterada.
Ambas colectividades se influirán mutuamente y, sin quererlo, competirán.
En algunos asuntos serios, los principios elementales no coinciden, porque para unos serán esenciales y para otros, secundarios, inexistentes y hasta contrarios.
Lo que no puede ser es que se utilicen para atacar a la cultura propia y multisecular bajo capa ideológica de modernidad y de un desmesurado respeto a las minorías; cosa que se está observando últimamente en España, en donde ya se ven injerencias y acusaciones provocativas de facciones minoritarias extranjeras que se están tomando unas facultades extralimitadas con apoyos ´progresistas´ que buscan aniquilar con desespero nuestro arraigo cultural.

El multiculturalismo es un debate abierto y muy delicado en el que convergen unos valores que ojalá sean efectivamente universales: verdad, libertad, singularización del hombre y de la mujer, y tolerancia.

 

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