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DIÁLOGO CON EL ESPEJO
 
Mejor no pienso, sucedió en otro tiempo, en otro espacio. Fue una imprudencia volver en busca del tiempo perdido. “Mucho Proust y pocas nueces.” Creí encontrarlo todo intacto, y el cemento había sepultado mis recuerdos.

-Piensa un poco, mujer. Ya no tienes nada que ver con la chica del columpio. ¡Arriba, abajo, más alto, más alto cada vez ¡Hasta que se te difuminaban los colores y la realidad se escapaba como un hilo de humo; y tú, ric-rac, ric-rac, rozando los chopos cubiertos de verdes hojas volanderas, con vocación de mariposas, dúctiles a los deseos del viento, ¡Vuela, vuela, vuela! decías, y todo se convertía en un remolino de colores. Ric-rac, ric-rac, la cabeza echada hacia atrás, las piernas flexionadas, estiradas una y otra vez como un aleteo equivocado. Volaré, volaré, volaré, repetías, lejos, lejos… ¿Y a dónde llegaste en tantos años gastados y desgastados?

-Durante mucho tiempo me he enfrentado a ti con esperanza, ilusión y gozo de vivir; también con desamor, odio, tristeza, dolor, desesperación…en una guerra desigual que, como todas las guerras, dejó desolación y heridas mal cicatrizadas. Ahora te pregunto dónde perdí el brillo de mis ojos, cansados de otear caminos en espera de tantas cosas no llegadas.

-Deja de torturarte, mujer. Todo se ha acabado, respiras mal, palpitas mal, vives a trompicones. Ríndete a la evidencia: la vejez es una enfermedad degenerativa mortal de necesidad. Da gracias a Dios por amanecer cada día en la orilla de aquí, piensa que si el destino se hubiera desviado unos milímetros podría haberte tocado nacer en cualquier lugar donde se muere lentamente de miseria y desesperanza; entonces, no hubieras tenido ocasión de autoanalizarte, autocompadecerte, viviseccionarte, ni sentir el zarpazo del fracaso o el sofocante agobio de la culpa; sólo hubieras pensado en sobrevivir.

-No, no quiero ir de víctima por la vida, siempre he aborrecido ese papel. Me acomodaré en la vejez lo más mullida que pueda, al fin y al cabo es el último asiento.

Me da pavor la muerte. ¡Si por lo menos fuera como dormir sin despertar! Después de una vida juzgándome y siendo juzgada, sólo me faltaba le eternidad gimiendo y llorando. Quiero superar el vértigo con el razonamiento; sin embargo la educación religiosa que he recibido me ha hundido en el desolado abismo de la incertidumbre, y no me vengas con pamemas como Alberti:

Sentirse joven no es ser joven,
es solo la ilusión del amanecer,
y como la luz yo entiendo
que cuando va anochecer
ya está casi amaneciendo;
mientras arda la luz,
negros o albos los cabellos,
arderá la juventud.

-La juventud es no saber nada y gozarlo todo, ser feliz sin saberlo. Ric-rac, ric-rac, arriba y abajo en una confusión de color, volar, volar, volar.

-Voy a contestarte con unos versos sacados del poema “En paz”, de Amado Nervo:

…Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno:
¡mas tú no me dijiste que Mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;
mas no me prometiste tan sólo noches buenas;
y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé, fui amado, el sol acarició mi faz.

¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

 

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