Índice de Documentos > Boletines > Boletin Octubre 2006
 

 

 

 

MIRAR A OTRO LADO

 

De sopetón, miles de hormiguitas empezaron a moverse como locas. Aún no había abierto yo el paso del agua que anegaría el alcorque del jazminero; tan sólo había acomodado el cabo de la manguera en el hoyo. Verdaderamente, el desbarajuste que este hecho produjo me pareció exagerado. Aun así, a veces uno participa con afectividad en la realidad ajena, y esto explica que sintiese cierta conmiseración ante el pavor despertado sin querer. Sea lo que fuere, lo cierto es que, en otras ocasiones, les había inundado el hormiguero sin darme cuenta a tiempo, y era después de haberlo hecho cuando veía a las sobrevivientes sin saber a dónde ir. Lo curioso y destacable es, precisamente, eso, que en esta ocasión fui consciente de haber preferido no verlas hasta después de haber regado el jazminero.

 

Esta anotación de un hecho intrascendente ha propiciado la elección del tema de hoy, pues quería relacionar lo mecánico de nuestro actuar con lo consciente. Estamos acostumbrados a pensar y hacer cosas de cierto modo y si por alguna razón actuamos de modo diferente, tenemos una sensación desagradable y a esa sensación la llamamos conciencia. De acuerdo, pero no me gusta; buscaba una definición con mayor fuerza o energía, y de seguida di con mejores ilustraciones: La conciencia es un sentimiento emocional de la verdad sobre un tema dado, o esta otra, es un estado en el que podemos conocer toda la verdad. Y, persistiendo algo más, añado: Conciencia y consciencia vienen a ser lo mismo; sólo que la conciencia trabaja más sobre el lado moral, y la consciencia más sobre el lado intelectual. La consciencia significa todo el conocimiento que tenemos del tema en cuestión, si bien unido y conectado con nuestra propia existencia, es decir, con la consciencia de uno mismo o consciencia de sí.

 

O sea, que, en nuestra propia conducta, la conciencia nos ayuda a comprender lo que es bueno y lo que es malo. Por ello, no sólo me ha alertado sobre la posible muerte de tropecientasmil hormigas, sino que he podido admitir que uno prefiere mirar a otro lado cuando la conciencia empieza fastidiarle. Ahora bien, en el intento de explicar eso –la razón de mirar a otro lado–, me tropiezo en un libro con que, ante una emoción fuerte acerca de una cosa, podemos estar seguros de que muy pronto tendremos una emoción diferente sobre la misma cosa, que neutralizará los efectos de la anterior. ¡Jo! ¿Supone esto que las emociones contradictorias constituyen un mecanismo de defensa? Pues, sí. Si somos inconstantes y nos comprendemos tan poco es porque, sin un objetivo definido, aún siendo capaces de ser sinceros, en muchos casos preferimos no serlo, y así fuimos aprendiendo a salvarnos de lo desagradable, de modo que desarrollábamos la capacidad de ver sólo una emoción por vez. ¿Es, pues, la segunda emoción la que nos invita a mirar a otro lado? Seguro. Por lo menos, nos alivia.

 

¿Qué hacer? No nos queda otro remedio que mirar ambas emociones a la vez. Yo adivino un montón de hormigas ahogadas y, justo al lado, veo un jazminero muerto de sed; y lamento lo primero y sopeso lo segundo, y riego. Por tanto, me pregunto qué clase de emoción contradictoria tendría que ver simultáneamente un terrorista para no querer mirar a otro lado.

                                                                                              Matías Mengual

Volver