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PENSAMIENTOS  BREVES  PARA  UNA TARDE  DE LLUVIA

 

 

Jose Miguel Quiles Guijarro

 

 

 

-          Las personas vulgares cuando quieren ser muy afectuosas resultan insoportablemente vulgares.

-          El arroz con un sofrito de calamar fresco llega a producir en mí una vaga sensación de ternura que trasciende del mero placer de la gula para entrar en las regiones más íntimas de mi espíritu. (Eso sí, el calamar debe ser bien fresco).

-          La oficina, como un barco, es un núcleo social limitado donde se establecen rápidamente entre las personas simpatías y antipatías que difícilmente varían con el tiempo.

-          Un hombre de acción, como Dios manda, jamás se leería una normativa fiscal. El hombre de acción se limitaría a decir: “Yo los papales los llevo todos a la gestoría”.

-          ¿Por qué será que una vez visitado el Barrio Gótico, el recuerdo que prevalece en la memoria es el olor a “pis”? Un “pis” histórico,  pero “pis” al fin y al cabo.

-          Se le reprocha al avaro que no gaste su dinero en los placeres más vulgares y groseros. No se sabe la cantidad de goce que produce en su ánimo cada unidad de dinero que guarda. El avaro en el fondo es un exquisito, a su manera.

-          Los hombres importantes jamás se manchan con la ignominia, para eso tienen sus asalariados.

-          El silencio es un estado del ánimo. No hay dos silencios iguales. El silencio que provoca un actor en escena es un silencio expectante, denso; el que se produce en el mar entre ola y ola es un silencio hondo; el que deja en la carretera el motor de un automóvil que se aleja es un silencio de soledad.

-          Las abuelitas piadosas que no salen de la iglesia me recuerdan el “sprint” final de los ciclistas al estar cerca de la meta.

-       La otra noche dijo el periodista Jesús Quintero “Cada vez me atraen más los fracasados…” Cuando yo era pequeño y venía el médico de cabecera a casa, mi abuelo se quitaba la boina en señal de respeto. Desde mi perspectiva de niño aquel gesto me hacía sentir antipatía por aquel hombre distinguido y con aire suficiente y sentía una oleada de cariño hacia mi abuelo. El tiempo no me ha hecho cambiar, me atraen mucho más los perdedores.

-          Dice Josep Pla: “He aprendido más de los ojos de un gitano que trata de vender un colchón usado en el rastro, que de todos los tratados de filosofía trascendental que he leído”. Y yo añadiría que el rastro es una academia para el lenguaje popular: “¡Braguitas a un euro!... ¡Mira qué cosa más fina, chiquiya, p’al mejillón…!

-          Una afrenta se puede perdonar. El desengaño no. Un desengaño nos abre una visión distinta y lastimosa de la persona en quién pusimos nuestro corazón. El desengaño no tiene vuelta a atrás.

-          Ya nadie se acordará de nuestro cumpleaños, ni de nuestro santo… en todo caso, del “aniversario”… si es que se acuerdan. Aunque bien visto… ahora solo nos felicita la U.G.T. y el “Corte Inglés”…

-          “Paquito el Chocolatero” despierta en mi ánimo una alegría brusca y desbordante. Esta sensación es superior a lo que siento con las obras completas de Tchaikowsky y Strawinski juntos.

-          La memoria otorga al pasado un resplandor y una belleza que seguramente el pasado no tuvo jamás. La memoria ha coloreado las imágenes y nos las brinda en 42 pulgadas.

-          Las habitaciones de hotel tienen el suelo de moqueta para hacerlas más acogedoras. Pero cuidado, es una moqueta tejida con el hilo de la ausencia y de la soledad.

-          Hasta los grandes hombres tuvieron una dosis alta de amor propio y vanidad: cuando Pancho Villa terminó su Revolución, se sentó en el despacho del presidente, encendió un cigarro puro y dijo: “¡Que me retraten!”

-          Nació y murió en la misma ciudad, siempre tuvo el mismo trabajo, en realidad su vida fue un solo día de veinticuatro horas de ancho y sesenta y tantos años de largo.

-          La elegancia puede despertar admiración, pero en ningún caso afecto e intimidad; en realidad la elegancia, para serlo, necesita de un poco de distanciamiento.

-          Se relacionaba afectuosamente con personas de una clase social inferior, tanto que se le podría llegar a objetar una falta de principios.

-          La gaviota es un garabato del paisaje. Forma parte de la costa. Para el marino anuncia la cercanía de la tierra. Para el caminante la cercanía del mar. Ningún marino que se precie se comería un trozo de paisaje.

-          La pasión prevalece sobre la razón. Los grandes autores que desentrañaron mejor que nadie las virtudes y defectos del alma humana, no supieron sin embargo dirigir su propia vida . Tal es el caso de Dostowieski, Tolstoi, Balzac, Oscar Wilde, Bécquer, Herman Hesse…

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