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Quan el mal arriba a Almansa a tots alcanza

 

Manuel Gisbert

 

 

Cuando el mal llega a Almansa a todos alcanza. Este refrán ha estado en la mente de todos los valencianos durante los últimos trescientos años y tiene un significado para los adultos, similar al término“coco” para los niños. En una guerra pertenecer al bando perdedor es malo, pero si en un principio pertenecías al ganador y en el transcurso de la misma cambias, las consecuencias son todavía peores. Durante la Guerra de Sucesión a principios del siglo XVIII los valencianos lo hicimos, por miedo o por engaño, y representó la pérdida de nuestros fueros. Algunos todavía se están mesando los cabellos, yo creo que Felipe V se mostró incluso magnánimo dadas las circunstancias, pero mejor que opinen ustedes mismos. La historia que les cuento a continuación no la encontrarán en ningún libro, pues cada uno trata de salvaguardar sus propios intereses y la interpreta como quiere; pero les puedo asegurar que todos los datos son ciertos, sacados de aquí y de acullá, y que juntos dan este resultado. Lean...lean. 

El próximo 25 de abril se celebrará el 300 aniversario de “La desfeta de Almansa” y aunque ni un solo valenciano participó en aquella batalla, fue la culpable de la pérdida de nuestros fueros, de nuestra lengua y en definitiva la génesis de todas nuestras desgracias. El culpable fue el mismo diablo personificado en la figura de Felipe V, que si en Játiva lo tienen colgado cabeza abajo, otros querrían verlo colgado del cuello o de algún otro sitio más sensible. Claro que ésta es la opinión de unos pocos que se empeñan en conmemorar derrotas mientras  el resto de los valencianos pasamos del tema porque en realidad la cosa no fue tan grave como nos la quieren pintar.

 

ANTECEDENTES.- En 1635 comienza una nueva guerra entre España y Francia, y Cataluña aprovecha su enésima ocasión para intentar separarse de España. Es la denominada Guerra de los Segadores. Como las cosas no les van bien deciden aliarse con Francia, pasando de Guatemala a Guatepeor. En 1652 Francia los abandona, y no tienen más remedio que volver al redil. En la Paz de Westfalia, España tiene que ceder y Cataluña perder el Rosellón y la Cerdaña, un tercio del territorio de esta última que jamás ha recuperado.

 

 

           LOS HECHOS.- A los españoles les daba igual un pretendiente que otro, si finalmente el elegido fue Felipe V en perjuicio del Archiduque Carlos, ocurrió porque así lo decidió Carlos II en su testamento, con independencia de los métodos que emplearon unos y otros para inclinar la balanza a su favor. En Europa, Francia lógicamente apoyó a Felipe, mientras que Inglaterra, Holanda y Austria, defendiendo sus intereses y no los de España, se unieron al Archiduque Carlos. Si España hubiese permanecido unida, poco hubiesen podido hacer los de la Triple Alianza y Felipe V que no ignoraba su precaria situación hizo lo posible para que así fuera. Juró respetar los privilegios de cada una de sus regiones y atender sus necesidades. Como a río revuelto ganancia de pescadores, la que más prebendas solicitó fue Cataluña incluyendo la devolución del Rosellón y la Cerdaña que había perdido medio siglo atrás. Aunque parezca mentira Felipe V aceptó todas las peticiones, aunque esta última no dependía de él y era prácticamente una quimera. En un principio toda España estuvo con el Borbón, pero pronto Cataluña comprendió que la única forma de conseguir sus reivindicaciones era aliándose con el austriaco y, sin más, cambió de chaqueta intentando arrastrar con ellos a los antiguos integrantes de la Corona de Aragón. España contaba en aquella época con ochenta mil soldados. Cincuenta mil repartidos por Europa defendiendo sus posesiones y treinta mil en territorio nacional, la mayoría destinados en Cataluña que era el punto débil de la corona. Eso explica que los ingleses, después de ser rechazados en Cádiz, conquistaran fácilmente Gibraltar al estar defendido solo por ochenta soldados y no poder acudir ningún refuerzo en los días siguientes. Casi lo mismo ocurrió en nuestra provincia. Una flota inglesa que se dirigía a Barcelona, decidió desembarcar efectivos en Alicante, ante la resistencia de los alicantinos lo intentaron días después en Denia, que al primer cañonazo se rindió a las tropas inglesas mandadas por Juan Bautista Basset. Poco hubiese durado esta cabeza de puente de no mediar la traición del Coronel José Nebot, catalán como la mayoría de sus hombres, que se unió a Basset y apresó al borbonista General Zúñiga, junto con su ejército, en Oliva. La duda comenzó a aparecer en todas las poblaciones del Reino  de  Valencia  afines  a Felipe V, pues pensa-

ban que mal debían de irles las cosas al Borbón cuando las tropas que les enviaba para defenderlos terminaban  pasándose al enemigo. Alcoy continuó siendo fiel a Felipe V, pero pronto llegaron agentes catalanes, como Francisco Parera, que con menti-ras lograron minar la moral de los alcoyanos que finalmente, más por miedo que por convicción, terminaron por cambiar de bando. Comparado con lo que ocurrió en Játiva, Alcoy salió bien librado cuando se rindió. Parece ser que el dinero arregló muchas cosas. La única víctima de la represión fue el catalán Francisco Parera, cuya cabeza fue ensar-tada en una pica para que sirviese de escarmiento. Por los Decretos de Nueva Planta perdimos nues-tro Fuero, para pasar a depender de las leyes Cas-tellanas. Cierto es que perdimos pero... ¿merecía-mos otra cosa? Un ejemplo: usted tiene dos empleados, uno que es fiel cobra 1000 euros, el otro que cobra 2000 euros intenta robarle. Cuando lo descubre en vez de despedirlo y dejarlo en la indigencia lo readmite pero pagándole únicamente 1000 euros, lo que cobra el empleado fiel. ¿Es desproporcionado el castigo? Con respecto a la lengua no la perdimos, prueba de ello es que conti-

 

nuamos hablando el valenciano. Nadie nos prohi-bió escribir en valenciano, de hecho hacía más de cien años que ningún escritor valenciano lo hacía en su lengua materna, y a la historia de nuestra literatura me remito. Cuando Carlos Ros decidió volver a escribir en valenciano unos años después, nadie se lo impidió. Únicamente nos obligaron a que las sentencias judiciales tenían que emitirse en castellano... y hasta entonces lo hacíamos en latín, no en valenciano. Ya me dirán ustedes si las pérdi-das sufridas por la dichosa Batalla de Almansa fueron tan grandes como para continuar mesándose los cabellos 300 años después. Felipe V lo único que trató es unificar todos los reinos de España tanto en derechos como en obligaciones. Los que no perdieron sus derechos entonces, por ejemplo el Señorío de Vizcaya, lo hicieron años después durante las guerras carlistas. Actualmente solo tienen fueros especiales la Diputación de Álava y el antiguo Reino de Navarra, que les permiten ciertas ventajas como por ejemplo pagar menos impuestos que usted. Su único merito es haber apostado siempre por el bando vencedor. Cosa que en su día no supimos hacer nosotros.

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