VICENTE RAMOS

Le bastó al insigne escritor gallego Wenceslao Fernández Flórez decir en el diario “ABC” que, de la cocina española, sólo desconocía el arroz alicantino para que la Asociación de la Prensa de nuestra capital, presidida por Manuel Pérez Mirete, le invitara a saborear la rica gama de nuestros arroces. Y, a tal fin, se le preparó una semana de arroz que se desarrolló entre los días 11 al 15 de diciembre de 1928 con banquetes  ya en la Huerta alicantina, ya en Calpe, ora en Santa Pola, bien en Elche o en Guadalest.

Tan original como sabrosa experiencia sirvió al ilustre humorista no sólo para cerciorarse de la rica variedad de nuestra cocina arrocera, sino también para admirar el polifacético paisaje de la geografía provincial, fuente de inspiración literaria como el  párrafo que consagró a Guadalest: “Aunque Alicante no ofreciese la incomparable tibieza de sus dulces inviernos; aunque llegasen a desaparecer las palmeras de Elche y el soberbio Peñón de Ifach se hundiese en las aguas, mientras subsistiese Guadalest habría un poderoso motivo de peregrinación,  porque Guadalest es uno de los sitios donde la Naturaleza se ha mostrado genialmente artista, y ella, en cuyo cargo se puede apuntar el defecto de repetirse con exceso, no ha podido duplicar en ninguna otra parte esta obra admirable”.

Tales comentarios fueron vertiéndose en sendos artículos aparecidos en el citado “ABC”, textos que Pérez Mirete reproducía inmediatamente en el diario lucentino “El Tiempo”, desde cuya tribuna se sumó a la iniciativa de “Alicante Atracción”para pedir al Ayuntamiento rectorado por el general Julio Suárez-Llanos Sánchez el nombramiento de Hijo Adoptivo a favor del autor de Volvereta, honrosa distinción concedida en cabildo del 11 de marzo de 1929: “Accediendo a solicitud formulada por Alicante-Atracción, se acuerda conferir el nombramiento de Hijo Adoptivo de Alicante a Don Wenceslao Fernández Flórez.”

La presencia en Alicante del admirable creador de Las siete columnas, El secreto de Barba Azul  y El malvado Carabel, entre otras obras, coincidió con el nacimiento (1928) de Les Fogueres de San Chuan, por lo que el artista Miguel Carrillo utilizó  los capítulos de Memorias de un devorador de arroces como lema y argumento de la Hoguera   perteneciente al distrito de Calderón de la Barca (1929).