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TRES REYES, PAPÁ NOEL Y SANTA CLAUS

 

Antonio Aura

 

A algunos niños, demasiados sin duda, nuestros protagonistas les traen saltamontes para comer. Pero no se los dejan en el balcón o debajo de un árbol con luminaria enroscada en el salón de la casa, como los juguetes a otros niños, sino que son estos los que tienen que espabilar para cazarlos, porque como se descuiden siempre hay alguien que se adelanta y de un buen zarpazo les deja sin alimento: “Cuando tenemos un puñado los echamos al puchero. Saben dulces y los ancianos dicen que alimentan mucho. Sé que es cierto porque hay días que no como otra cosa…”  Así lo explica Fistan Fwitwe, un chaval congoleño de 14 años, según la trascripción del periodista Juan Carlos de la Cal  (El Mundo-Crónica 12.11.06)

Seguro que Fistan, que ni por asomo ve juguetes, desconoce a esos personajes dadivosos que encabezan este comentario. Pero no es eso lo grave. Me explico plenamente su ignorancia porque nosotros, encaramados en el bienestar, tampoco tenemos noticia diáfana de la existencia de estos pródigos, que más bien son una construcción vaporosa de nuestra cultura para justificar determinados excesos consumistas. Lo realmente grave es que esos personajes opulentos desconozcan la existencia de Fistan. O que simulen ignorancia. Claro que con un reno volador, un trineo y un saco, que debe ser mágico por lo que en él cabe,  no se puede llegar a todos los hogares y menos entrando por la chimenea. Y no digamos con los camellos a rastras. Así no se puede.

 

 

 

 

 

Pero miren, parece que con esto de la globalización, Reyes, Papá Noel y Santa Claus se han asociado para ser más eficaces: se suministran de un proveedor casi exclusivo que les proporciona infinidad de productos, todos apetecidos, y utilizan sus distintos nombres de origen –saben mucho de marketing- según convenga al momento y lugar donde tienen ganado su merecido prestigio. Un buen reparto que proporciona riquezas donde ya las hay y mucho trabajo y desarrollo, que no está mal, allá en el origen de alguno de los asociados, vete a saber, en el oriente lejano, que ya trata de tú a los amos actuales del mundo.

Y aunque es de justicia que la prodigalidad de nuestros personajes también llegue a los Fistan –hay millones de Fistan-, nosotros la acaparamos toda aquí. ¿Cuánto es suficiente? ¿No conviene que otros participen del festín, aunque nos sobre? Y los amos, codiciosos, siguen mirando a otra parte y continúan con engañifas usurpando a esos otros sus recursos a cambio de baratijas.

 La información llega, cada vez más y por diferentes canales, a todo el mundo; las diferencias son cada vez más insultantes y visibles; y las apetencias, por tanto, se avivan. Por eso los Fistan – creciditos ya y también pequeños- nos visitan. Con solo recoger migajas les basta, de momento. ¿Qué barrera es capaz de impedir la búsqueda de una vida digna?

Tal vez si el saco de Papá Noel o Santa Claus y las alforjas de los camellos se rellenaran de letras para alfabetizar, medicamentos para sanar, de alimentos para saciar el hambre, y los beneficios de la explotación de recursos naturales se compartieran equitativamente, los Fistan del mundo tendrían oportunidades semejantes a las de otros jóvenes ahora privilegiados, para con su esfuerzo vivir con dignidad de personas. Es lo justo. Pero como ser justo parece resultar más difícil que ser generoso, y los poderosos no se sonrojan por ello, ahora que celebramos esta festividad de Epifanía cargada de simbolismo seamos al menos generosos y solidarios. De momento y solo para empezar. Porque ya debe “tocar” “dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece”, que eso es lo que dice el diccionario que significa la palabra Justicia.

Si los poderosos quisieran, sería el mejor regalo para todos.

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