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     LA LEY Y                   LA JUSTICIA

 

Francisco Luis Navarro Albert

 

            Me gusta, de vez en cuando, coger de la librería de casa el  Diccionario de la Lengua editado por la Real Academia Española y sumergirme en las palabras, ver su significado profundo, al margen del uso que –muchas, demasiadas veces quizá– se les da al emplearlas en la conversación o en los medios de comunicación.

            He sentido esa imperiosa necesidad de saber qué significan algunas palabras, cuando he leído noticias que hacen referencia a cuatro personas. Dos de ellas obligadas a ir a la cárcel por sendos delitos cometidos, el uno hace más de diez años y el otro hace más de veinte. Las otras dos personas acumulan entre ambas nada menos que 166 detenciones por otros tantos delitos cometidos recientemente (seguramente haciendo horas extras).

            Los que cometieron sus delitos hace años, hoy han rehecho sus vidas, formado familias estables, se han reinsertado en la sociedad a la que son útiles prestando el esfuerzo de su trabajo, generan riqueza  y pagan los impuestos, han sido perdonados y aceptados por las personas del entorno en que conviven.

            Ahora, por obra y gracia de La Ley y La Justicia (¿qué ley y qué justicia?) ingresan en prisión. Me pregunto ¿para qué? Y me figuro que no seré el único que lo hace; si la finalidad de la prisión es lograr la recuperación y reinserción social del que ha cometido delito, bien probado y conocido por todos es que estas personas han cubierto sobradamente todas las expectativas. Entonces, ¿a que viene hoy tanta diligencia para que ingresen en prisión? ¿Qué gana la sociedad con ello?

            Vuelvo ahora sobre la pareja que ha cometido 166 delitos. Si el tiempo que ha perdido la Justicia, sus Magistrados, Fiscales, etc. en llevar a la cárcel a los que se han reinsertado se hubiera empleado en perseguir a aquéllos, quizá no hubieran tenido oportunidad de cometer tantos. Y puestos a establecer la ley de la compensación, es más rentable socialmente encerrar a unos por 166 delitos que a otros (ya redimidos socialmente) por dos.

            Esto me trae a la memoria a un político andaluz que fue denunciado porque se atrevió a decir: “la justicia en España es un cachondeo”.

            Como decía al principio, me he sentido necesitado de conocer el significado de las palabras, en este caso Ley y Justicia, por si mis conocimientos necesitan un remozado.

            Como significado de Justicia he leído: Derecho, Razón, Equidad. Y me he detenido en cada una de ellas y resulta que: Derecho significa Razonable y Legítimo; Razón significa acto de discurrir el entendimiento y Equidad significa propensión a dejarse llevar por el sentimiento del deber o de la conciencia más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia.

            En cuanto a Ley, significa lo que debe hacerse según derecho o razón.

            De los actos analizados, resulta: que lo que se ha hecho al enviar a prisión a estas personas por delitos atrasados no es razonable, no es equitativo, ni tiene aspecto de ser un acto de discurrir del entendimiento. Consecuentemente, desde mi punto de vista de ciudadano de a pie NI ES JUSTO, NI SE HA APLICADO LA LEY.

            Y, hablando de discurrir. En estos días se ha generado una importante polémica por la actuación de la Fiscalía del Estado con relación al Sr. Otegui. Nada voy a manifestar de mi opinión sobre si merece o no la prisión, puesto que esto no es una tribuna y lo que menos pretendo es herir sensibilidades. Lo que me parece absolutamente grotesco es que se le haga ir a la Audiencia Nacional, incluso haciendo uso de un avión especial,  para decirle allí que se puede ir a su casa porque es libre. Aunque si se ha hecho con el ánimo de fastidiarle un rato…

Dudo que se haya pensado en el enorme gasto de personal y medios que se han utilizado para un asunto que cualquiera de nosotros habría resuelto -sin ninguna duda- más fácilmente. Es lamentable que personas que forman parte de la Administración hagan tan mal uso de los medios de los que son depositarios, aunque –lamentablemente– cada día nos despertamos con algún nuevo ejemplo de ineficacia que evidencia, como mínimo, el escaso interés en darnos ejemplo acerca de lo que supone economizar, defraudando así nuestra confianza en las instituciones y, en cierto modo, robando nuestro dinero.

             Imaginemos por un momento que se volviera a implantar la costumbre de poner en la plaza pública a los ladrones para que los ciudadanos pudieran verles la cara y tirarles verduras podridas. Bueno, mejor es dejarlo, tal vez no habría suficientes plazas…ni verduras.

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