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EL  BUEN  TEATRO

 

 

Manuel Sánchez Monllor

 

 

   He manifestado en otras ocasiones que merece la pena vivir y disfrutar el teatro, a través del cual se nos permite adentrarnos en el mundo de las sensaciones y estimular el pensamiento; la buena creación teatral nos aporta visiones nuevas que enriquecen nuestra vida interior. Ir al teatro, a cualquiera de sus modalidades escénicas, nos introduce en el placer estético, en el conflicto, en el desarrollo de los valores, a la vez que nos facilita la comprensión y comunicación con los demás. El análisis, la discusión, el comentario de una obra vista por unos amigos que frecuentan el teatro puede constituir el leivmotiv de una buena reunión. Mundo mágico, crítico, imaginativo, o de convulsión emocional en muchos casos, el teatro es un espacio de intimidad, de reflexión, de acercamiento a uno mismo; esa es su gran fuerza. Dramaturgias, dirección, interpretación, escenografía, música, iluminación... Un todo que es percibido y vivido cuando los profesionales logran aportar calidad y armonizar las diversas artes creativas que en él se integran.

     Ante las muchas propuestas culturales o de entretenimiento que se nos ofrecen  es el teatro la que nos proporciona mayor recogimiento y oportunidades de superación. El teatro, a diferencia de la televisión o de los espectáculos de masas en los que casi siempre somos meros consumidores, exige la complicidad del espectador quien, desde que comienza la representación, participa con la aceptación de una “realidad” que le transforma en sujeto activo. A través de sus procedimientos de lenguaje, sin esfuerzo del espectador, la representación nos situará en el presente o en el pasado; el actor podrá ser a la vez un anciano o un niño, un caballo, un rey o un gigante... y nos inspirará sentimientos de identificación o rechazo. Tras la asistencia a las representaciones de importantes obras, los espectadores se enfrentan a retos y se formulan preguntas a las que no caben respuestas simples como las que utilizamos para valorar muchas de las propuestas de ocio que presenciamos y que calificamos sin más como: bien, mal, divertida, complicada, no me gustó... Opinar sobre una representación teatral obliga al que opina porque el teatro exige respuestas coherentes, comprometidas, profundas en ocasiones. Pero estas respuestas nos las hemos de dar en primer lugar a nosotros mismos porque el teatro se interioriza predisponiéndonos a tomar posición. Todo esto hará que haya quienes crean que es complicado y que asistir al teatro es poco menos que para grandes aficionados o profesionales. Para hacernos planteamientos de esta naturaleza no es necesario ser “de la profesión” como se dice en el argot de quienes están dentro de ese mundo de la creación, interpretación y producción teatral. El espectador está libre de muchas ataduras que condicionan a quienes ponen en marcha los espectáculos y por ello vive el hecho teatral sin otros condicionamientos que los de su propia experiencia vital. Esta misma experiencia, dada la diversidad de obras que se representan, es la que normalmente le predispone a asistir a unas y a no hacerlo a otras.

    Es cierta la diversidad o complejidad del teatro y esto justifica que vengamos en calificarlo o agruparlo de muy diversas formas: alternativo, comercial, vanguardista, comprometido, transgresor, comedia, dramáticos... “teatro madrileño”, “catalán”... Pero el buen teatro no entiende de etiquetas: como dijo Adolfo Marsillach “el teatro es sólo bueno o malo y la denominación de origen es lo de menos”.

  En el teatro se dan aciertos y desastres... No todo cuanto se representa logra lo esperado. Por ello es necesario elegir, pero ¿cómo hacerlo? Hay muchas referencias que nos ayudarán a identificar la bondad de una propuesta teatral. En este propósito puede ayudarnos saber quiénes hacen posible la obra: autor, director, actores, escenógrafo; los comentarios de buenos aficionados... todo aquello que nos remita al conjunto de participantes y no sólo a alguna de sus partes. Son los nombres de actores conocidos quienes más predisponen al público a asistir al teatro, pero siendo éstos importantes no lo son menos los demás elementos que concurren de un modo u otro en la escena. En las buenas representaciones escénicas todos los elementos del lenguaje escénico son significativos y ninguno en particular encierra toda la significación de su contenido.

    Vayamos al teatro. Sólo habremos de exigirle que aporte calidad en su vertiente creativa y de interpretación. La literatura, las artes plásticas, la música, la danza... todo ello contenido y armonizado nos esperan en el buen teatro. Y si lo que se desea es sólo disfrutar de puro entretenimiento y diversión -¿por qué no?- también podemos encontrarlo en la cartelera. La crítica y el compromiso no están reñidos con la diversión. ¡Vayamos al buen teatro!, merece la pena

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