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R A Z A

 

Francisco L.Navarro Albert

 

            Político, para la Real Academia de la Lengua Española es: “perteneciente o relativo a la actividad política” y también: “Hábil para tratar a la gente o para manejar los asuntos”. Es esta segunda acepción la que me mueve a considerar, a la vista de las actuaciones o declaraciones que llegan a nuestro conocimiento a través de los medios de comunicación, que son personas muy singulares porque  -sea cual sea su adscripción ideológica-  existe una serie de factores comunes a todos ellos que, desde mi punto de vista, permitiría su asimilación dentro de un mismo grupo humano, dotados  de idéntica  habilidad.

            Algo así como una “raza”, aunque -en bastantes ocasiones- me he preguntado si no existirá algún tipo de bacteria o virus de alto contagio cuyo efecto consiste en transformar a un individuo, hoy ciudadano común y corriente con unas ideas definidas en torno a temas importantes, en un espécimen político que dice y actúa de modo totalmente contrario a esas ideas que antes predicaba.

            A ello me mueve el haber identificado los factores a que aludía anteriormente y que, no de modo totalmente exhaustivo, reflejo seguidamente:

-         Apego por el escaño

-         Megalomanía

-         Convicción de que sus actuaciones son correctas y las de la oposición siempre erróneas.

-         Escasa memoria para recordar las propias manifestaciones y memoria de elefante para las efectuadas por el oponente.

-         Cualquier declaración siempre es mal interpretada por la oposición.

-         Cualquier mal actual siempre proviene del anterior gobierno opositor.

-         Extrema facilidad para prometer actuaciones, equiparable tan sólo a su agilidad mental para encontrar siempre excusas cuando no se llevan a cabo.

-         Convicción absoluta de que su dedicación les hace merecedores de un sueldo elevado que no merece el resto de la población.

-         En época de elecciones prometen que todos los impuestos serán congelados, pero nada dicen de su intención de crear otros nuevos.

-         Convicción de que, por el hecho de ser votados, pueden actuar a su antojo.

-         Modestia innata: la bonanza de la situación se ha conseguido gracias a sus iniciativas.

-         Pasión por las inauguraciones.

Estoy seguro, sin embargo, de que los políticos dirán que las cosas no son así y, por ejemplo, para unos estas manifestaciones son incoherentes y van dirigidas a la línea de flotación del partido que gobierna. Otros alegarán que ellos jamás incurrirán en estas prácticas (mientras, cruzan los dedos y piensan para sí: “hasta que yo gobierne”). Los hay que dirán que un desarrollo sostenible debe ser controlado adecuadamente y ello exige actuaciones rigurosas ( ¿? ). Otros, en fin, dirán… cualquier cosa mientras se preocupan de autovotarse pensiones, seguros de desempleo y prebendas para cuando finalice su mandato.

 

  

Mucho me temo que esta si-tuación jamás cambiará, a me-nos que quienes ejercemos el derecho al voto ejerzamos tam-bién la obligación de reclamar a los políticos que hagan su tra-bajo adecuadamente y se dejen de monsergas.

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