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Antonio Aura Ivorra

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS,


"Leer es vivificar la letra"

 

       Después de deambular obnubiladas por los tortuosos laberintos de la mente, se enlazaron con sosiego y quedaron grabadas, indelebles para siempre. Sí; sobre frágiles hojas de papel aparecen alineadas en renglones, estáticas, graves y serias, en invernada, letárgicas: palabras, palabras, palabras. Si las miran ojos astigmáticos, esclerosos o vagos, ilusoriamente flotan balanceándose en cadenciosa pavana sobre suave oleaje. Todas permanecen encadenadas en esa cárcel de papel, incapaces de reclamar la revisión de su condena. No hay apelación posible. Arrostran su pena quietas, mortecinas en apariencia, sin ni siquiera esperar el milagro de la resurrección. Parecen restos de un naufragio que atesora sabiduría: enmudecidos morfemas y virgulillas chamuscados por la roya del abandono, aprisionados unos y otras en los pliegos mareados entre tapas acartonadas, cumpliendo la inmisericorde sentencia de cadena perpetua. Palabras a la deriva. Cascarones olvidados.    

 

      Transcurre el tiempo y los anaqueles de la biblioteca se comban por el peso de fragores contenidos, amordazados, cautivos. En espera irremediable.

 

     Inopinadamente, unas manos anónimas y ávidas acarician el lomo que las atrapa rotulado entre bisagras, abren las puertas al aire purificador que las ventila, -palabras, palabras, palabras- y las liberan de esos efluvios de tiempo y de humedad mustia y enmohecida que avivan la curiosidad.

 

     La mirada tranquila que, rescatándolas del anonimato, las revisa, es un soplo de divinidad que las redime de su modorra, retornándolas a este nuestro mundo amparando su sentido. De repente, alentándolas con la mirada, sacuden su entumecimiento, despiertan, se avivan, recobran su mérito y se reencarnan en el lector para volver a existir, a vivir, a ser. Llegado el caso, la comunión es íntima, reverencial, adictiva.

 

     Puede que sea más fácil ver que pensar. Puede. No importa, por tanto, si la mirada es amable, o crítica, o mordaz, o ni siquiera indiferente. De momento importa tan solo que esa mirada descubra su significado. Palabras: joyas que se engarzan para expresar nuestros pensamientos. El inicio de un largo caminar.

 

     La inspiración conmueve. Es un impulso, un pálpito que obedece a estímulos dispares: reflexivos, emotivos; de nuestro entorno… El encuentro de la palabra buscada al revisar con avidez el diccionario, es como el hallazgo de un tesoro. Y de él surge la obra, que se crea para compartir; siempre para compartir. Palabras, palabras… el milagro de su vida se recrea una y otra vez al transmudar desde el ingenio de quien las utilizó y compuso, a la curiosidad de quien las lee. El papel, el libro que las sostiene, es la placenta protectora de una nueva vida que solo alumbrará la mirada escrutadora de quien la agite.

 

     Y el anaquel de la biblioteca sigue combado por el peso de fragores contenidos, amordazados, cautivos, en espera de lector. ¿Es el azar quien determina la elección? ¿Acaso la recomendación publicitaria?; ¿O tal vez la cata personal de algún párrafo, algún indicio…? Voluntariosa curiosidad en todo caso, que, desentrañando esencias, revitaliza.

 

     No sé quién lo dijo, pero, ciertamente, “leer es vivificar la letra”

 

     Y el Verbo, que es la palabra, se hizo carne y habitó entre nosotros. Seguimos recordándolo.

 

     Feliz Navidad.

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