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           A NIQUI            


José Miguel Quiles


     Cuarenta y cinco años de trabajo en una oficina dan para mucho. En 45 años cambia todo: el lugar, el decorado, los compañeros, los clientes, la forma de trabajar; cambia uno mismo y ahora cambia hasta el clima. Cuanto yo entré en la Entidad se pedía en la convocatoria “ser varón, español y católico” y además “letra redondilla y letra cursiva o inglesa”. Y había quién añadía en la instancia: “Hijo de excombatiente”. Entonces estaba la simpática figura del botones “Acércate al estanco y compra un paquete de “Ideales”,  y di que estén blanditos, que son para el director”. En aquel tiempo se traía uno el bocata de casa y lo ponía a calentar un ratito encima del radiador. Había en la oficina un ambiente más cálido, pero quedaba un cierto ambiente de caciquismo años 40,  una secuela que por fortuna se ha ido disipando con el tiempo.

 

     Solo los machacas que han pasado ocho horas diarias en una mesa saben lo importante que puede llegar a ser la compañía de la persona que, en el puzzle del organigrama del personal, te “caiga” al lado. Y en 45 años uno ha tenido “compis” de todos los estilos, edades, colores, tallas, procedencias y calidades. Actualmente  el Departamento de Recursos Humanos – me consta -  se fija mucho en este punto, en la posible conflictividad de la persona, antes no era así. No se hilaba tan fino.

 

     Podía caerte al lado  un excelente chaval o un tiquismiquis que a media mañana te decía “Perdona pero esa grapadora es la mía … ¡hombre, como te lo diría,  la tengo marcada!” O bien decía: “A ver si levantáis el culito y le ponéis papel a la fotocopiadora…” Un grupo genético  especifico eran los “amiguetes” del director general. Perfectos monaguillos del poder y que entendían que el “dire” tenía una opinión personal e infalible de lo justo. Eran muy frecuentes en la fauna oficinesca  los compañeros “triunfadores”, capaces de todo por hacerse notar: “No es por nada, pero yo soy Profesor Mercantil…” y los “enchufados políticos” (de poca utilidad por lo general) que lo miraban todo con una sonrisa burlona como diciendo “Yo no pertenezco a este rebaño, yo tengo un amigo en el partido…”. Un compañero ordenanza y filósofo tenía una visión muy clara de nuestra vida oficinesca : “Siempre se está mejor aquí que haciendo caballonas a las oliveras…” y no puedo ocultar que también se daba con gente amable: “Si quieres te pongo a la Jennifer Lopez en el salvapantallas, ¡jo como está…!”

 

     Hay veces sin embargo que el destino juega a nuestro favor y las ocho horas de oficina se pueden convertir en algo perfectamente soportable. Niqui era del grupo de los palizas. Pero no sé si os habréis fijado que las buenas personas cuando hablan de uno mismo, no cansan, abren el corazón sin tapujo alguno y te lanzan lo más noble que hay en él. Depositan, sin más, la confianza, ni traicionan ni temen la traición. Y así Niqui me hablaba de su niñez, de su familia, de su pueblo, de lo que más había importado en su vida.  “Este era mi hermano el que murió…” y me mostraba la foto. Le tomé cariño a los 10 minutos de conocerlo. Los buenos sentimientos son como los percebes, se valoran mucho porque están muy escondidos.  

 

     -… yo jugaba de extremo generalmente porque como tenía cinco de familia, me llevaba los dos más pequeños, se sentaban en la banda y así les echaba una miradita… y una cosa te digo: si me pongo ahora mismo ahí, hago el pino…¿qué te juegas?… yo tengo un amigo en Montemar que tiene cuatro años más y a éste sí que le sale perfecto el pino… pero es de chiste… se le cae la dentadura.

 

     Niqui y yo, teníamos muchos  años  de  oficina y  las ambiciones secas como dos ramitos de perejil puestos al sol. Hay una parte de la vida en que el futuro ya no es lo que era antes, se hace pequeñito y los recuerdos se hacen grandes, se conoce mejor a las personas, se amansan los ánimos, se serenan las inquietudes y hasta al egoísmo le va llegando su fecha de caducidad. Desde aquí te envío un abrazo y mi cariño, Niqui, y tengo la seguridad de que muchos compañeros que habéis tenido la paciencia de leerme (un poco paliza soy)  pensaréis como yo, volveréis la vista atrás y habrá un gesto, una persona, un momento que os llenará de nostalgia.

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