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Antonio Aura Ivorra

REFLEXIONES Y OCURRENCIAS


     Las diatribas habituales, a las que a fuerza de repeticiones nos estamos acostumbrando, minan nuestra convivencia, de por sí siempre complicada. Por nuestra condición de personas merecemos respeto y consideración, que en ocasiones se nos niega arteramente al tiempo que se reivindica, paradojas de la vida, para nuestro entorno y los seres vivos que acoge. Este merecimiento debe ser también una exigencia, sustentada en nuestra propia estima consciente e irrenunciable. Somos nosotros mismos nuestro primer prójimo y, por tanto, los primeros obligados a salvaguardar nuestro honor, en su acepción de exigencia moral de “cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos”. Si el respeto a uno mismo naufraga y se diluye en las alharacas de la vida, difícilmente podrá exigirse de los demás.

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     A veces ocurre. Tal vez siempre. Caminas por la vida entre la gente, rodeado de gente, adulado por la gente, distinguido, o denostado; y también ninguneado, inmerso en la marea humana. Y al final uno se reencuentra solo  consigo mismo. La sublimación del ser. Permanecer siempre consciente de lo que uno es, y no de lo que los demás creen o quieren que seas, es una alerta que conviene mantener siempre viva y dispuesta, como el candil bien provisto de aceite de las prudentes vírgenes evangélicas. No es cuestión baladí. 

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     Muladar: “Lugar o sitio donde se echa el estiércol o basura de las casas.” Y, en sentido figurado: “Lo que ensucia o inficiona material o moralmente.” Inficionar es infectar, corromper… ¿acabaremos convirtiendo nuestro hábitat en un muladar? –Estamos en ello, ya dicen muchos. ¿Tan insensibles somos que, contaminados por el hedor del ambiente, confundidos, destruimos lo mucho de hermoso que hay en este mundo?  La deuda que estamos contrayendo con la naturaleza, que sigue siendo generosa, -¿por qué no admirar la belleza de alguna rosa que, sin duda, nace del estiércol?- nos puede conducir a la insolvencia.

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     Al igual que no es lo mismo oír que escuchar, tampoco lo es ver que mirar. ¿Por qué, con un poco de esfuerzo, no prestamos más atención a nuestros sentidos de oído y vista y desarrollamos todo su potencial? La plenitud del oír se alcanza al escuchar, que es prestar atención a lo que se oye, y la del ver, al mirar, que es prestar atención a lo que vemos. Simplemente se trata de ejercitar conscientemente nuestros sentidos. Los cinco, porque todos nos facultan a la expresión. Y actuar en consecuencia con libertad. Pero, por lo que se ve y se oye, es sencillamente complicado… o complicadamente sencillo, que viene a ser lo mismo.

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     Un negro corpulento tumbado sobre un banco en el Postiguet se arropa con su chupa raída. La suave calidez del sol mañanero de finales de diciembre resalta el lustre acharolado de su cara y la gordura de sus labios carnosos. No veo a su alrededor las moscas que tal vez le acompañaron algún día; por su aspecto, así lo imaginé. ¿Es un síntoma de mejora esa ausencia? Insuficiente, sin duda. A escasos metros, una rubia escandinava con corte de pelo “a lo garçon” sentada en la terraza de una cafetería, degusta un zumo de naranja y ofrece despreocupada al mismo sol, entrecruzadas las piernas, su esbeltez y su tez de porcelana fina y sonrosada. Permanece con los ojos entornados, tranquila, estática y bienaventurada mientras el negro, que estos días descubrió el belén, aparentemente adormilado sueña y pide:

     “Queridos Reyes Magos: Vosotros, que hace tiempo cambiasteis camellos y acémilas por avión y helicópteros para vuestros viajes, podríais financiar un "plan renove" para desguazar las pateras de nosotros los desamparados, y sustituirlas por la salud, el trabajo y el bienestar en nuestro hogar, que como seres humanos merecemos. No hace falta resaltar que esto que os pido es menos contaminante, más productivo y muchísimo más digno. ¡Se está tan bien cuando uno ejerce con la dignidad de persona…! Lo sabe cualquiera. Aunque no es fácil, porque no todos me dejan, intento portarme bien. Yusuf”

     Posdata: “No os preocupéis, queridos Reyes Magos, si transitoriamente entra en crisis el Banco Central Europeo, la Reserva Federal, el Banco Mundial o hasta el Fondo Monetario Internacional. En breve lo resolveríamos entre todos. A precio de coste. Es decir, sin ganancia alguna y en provecho de todos. Porque seríamos muchos más los empeñados en ello ¿no lo creéis? Contad con nosotros.”

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