Ya ha comenzado otra etapa de ésas que ocurren con periodicidad y que nos tiene acostumbrados (más bien diría que lamentablemente indiferentes) a los posibles votantes  a  la  avalancha de formulaciones, promesas, inauguraciones y eventos de diversa índole, que tratan de demostrar lo positivo que resultará dar nuestro favor a una u otra formación política, competidoras en hacernos creer que ahora sí pueden conseguir lo que no han conseguido antes o que son capaces de actuar mejor que cualquiera de sus adversarios.

     ¿Tenemos claro qué es lo que debemos hacer con nuestro voto, a quien dárselo?  Yo quisiera creerlo así, pero cuando analizo los hechos que tengo a mi alcance me veo asediado por tantas y tantas dudas que, parodiando a Hamlet, aunque sin la calavera en la mano,  no dejo de repetirme: ”he ahí el dilema“…

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     Y es que encuentro a los políticos tan alejados de mi posición como ciudadano que llego a preguntarme si habitamos el mismo país, la misma autonomía, la misma ciudad…

     Si hablamos de la cesta de la compra, deberemos comparar nuestros más que modestos incrementos de retribuciones del 2 ó 3 % con los suculentos 30, 40 y … por ciento a los que nos tienen acostumbrados los ediles de cualquier ayuntamiento, apenas han calentado aún los asientos de sus respectivos sillones.

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     Cuando coincidimos en un semáforo, con nuestro desvencijado y añejo coche de serie, junto al BMW con todos los extras renovado cada dos o tres años, que lleva confortablemente a éste subsecretario o  a aquel conseller ¿cual es nuestro sentimiento?

     Si vemos que  las obras públicas se eternizan y, además, los precios desbordan el presupuesto inicial de aquella carretera como si el dinero cayera del cielo, mientras comprobamos, asombrados, cómo esa gran superficie o aquel gran almacén crece más deprisa que los hongos después de un verano lluvioso ¿acaso no nos preguntamos cómo es posible tanta falta de control en la esfera pública en contraste con la privada?

     ¿Hablamos de inmigración? Los ciudadanos de algunos países de reciente integración en la Comunidad Europea, entre ellos los rumanos, pueden transitar libremente por Europa; para trabajar, al menos en España, hay una moratoria de dos años. Veamos: ¿cuántos ciudadanos rumanos pueden permitirse el lujo de viajar por Europa? Si debemos creer las informaciones están la mayoría a dos velas por lo que si no encuentran un semáforo para repartir pañuelos, como también tienen la mala costumbre de comer todos los días, lo más probable es que obtengan los ingresos por otros métodos más agresivos y menos honorables.

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     ¿Hablamos del derecho a vivienda digna?... mejor lo dejamos para otra ocasión.

     Cuando se inventó eso de la política, la administración pública, etc. el objeto era dejar en manos fiables los asuntos de todos, mientras el resto nos dedicábamos a crear riqueza, mantener familias, etc. No pierdo la esperanza de que llegue el día en que quienes nos representan cuiden lo que es de todos como si fuera suyo; mientras tanto, un amigo me ha hecho llegar esta preciosa declaración  de  intenciones,  que cubre todas mi expectativas:
                                                                                                                        

Nota final.- Mi esperanza se fue al garete cuando mi amigo me dijo: ”ahora léelo del revés, empezando por la última frase y subiendo línea a línea"