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Pascual Bosque

"UN PAIS HECHO DE SOL Y DE CONVERSACICÓN"

     Sabía que un italiano, Luciano de Crescenzo, había escrito una “Historia de la Filosofía Griega” dirigida a todos los públicos. Dudando de que mi curiosidad y mi lejano aprobado en la materia autoricen mi inclusión en ese “todos los públicos”, acabo de hacerme con un ejemplar del libro y confieso que ahora me cuesta mucho dejar su lectura (apenas en la página 80) para escribir estas líneas.

     El mundo antiguo, la Grecia clásica y luego Roma, han ejercido siempre en mí una gran fascinación. Pero en la ensalada mental que tengo ahora al respecto, lo que en Roma se me aparece principalmente como hechos, como historia, en Grecia es misterio, hondura, aventura del pensamiento y del espíritu. Hace mucho que tenía el propósito de armarme de tesón y de paciencia y abordar la lectura de un buen tratado sobre los filósofos griegos, pero siempre me detenía en el lenguaje especializado que se usa en esa (y en otras muchas) rama del saber. Me avergüenzo un poco (no mucho, la verdad) cada vez que tengo que recurrir al diccionario para entender el sentido de alguna frase culta en la que se emplean palabras de la jerga filosófica que tanto suenan, pero que no hay manera de incorporar definitivamente al vocabulario cotidiano con el que uno viene entendiéndose en la vida y con los libros. Crescenzo, el autor al que me refiero, dice que esos lenguajes se vienen utilizando desde que el mundo es mundo, desde los sacerdotes egipcios de hace 5.000 años hasta los médicos actuales para impresionar a los no iniciados, porque eso da importancia y aumenta el poder. No puedo dejar de pensar aquí en nuestros políticos, especialmente cuando hablan de economía.

     Pues en el libro este, no. El lenguaje es llano y la expresión podría calificarse de cachonda sin faltar, estoy seguro, al rigor de las fuentes históricas. Es un texto divertido y pienso que el autor, que sabe todo lo que hay que saber del tema, se divirtió también mientras lo escribía. Por mi parte ya le estoy dando gracias a este don Luciano por la satisfacción que me proporciona lo que dice y la manera de decirlo, aparte de que las cosas curiosas e interesantes que estoy aprendiendo me van a ser muy provechosas en varios sentidos.

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     Empieza esta “Historia” definiendo a Grecia como un modo de transcurrir la vida, como “un enorme país mediterráneo hecho de sol y de conversación”. De conversación. Hace poco hablaba en estas páginas sobre el conversar y me manifestaba, ahora lo veo, como los atenienses corrientes de cinco siglos antes de Cristo. Anoto el verbo “agorazein” y me encanta su significado: “ir a la plaza a ver qué se dice” y el autor amplía la idea con los matices de hablar, verse con los amigos, salir de casa sin una idea precisa, holgazanear al sol a la espera de que llegue la hora de la comida.

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     Reconozco que todo eso es muy poco ejemplar, y hasta pernicioso para la productividad y la buena marcha de la economía de un país, pero hay que convenir en que así, y no de otra manera, se pusieron los cimientos de nuestra civilización mediterránea, que ahora llamamos occidental por muchas razones que no vienen al caso. Allí y así, perdiendo el tiempo en paseos tranquilos (y ciertamente higiénicos), charlando y mirando al cielo, se inició la física y la astronomía, la ciencia en general, la sociología, la política (la democracia, no lo olvidemos, se hizo sistema entonces) y, por supuesto, como un tapiz “retalero” de todo ello, la filosofía. En este libro, el escritor italiano dice que “la filosofía es una práctica indispensable del vivir humano, útil para afrontar los pequeños problemas de cada día y cuyo estudio, desgraciadamente, no ha sido declarado obligatorio"

 

     Sí, es una pena que aparte de los profesionales “de carrera”, especialistas en filosofía y no por ello filósofos, el común de las gentes tenga muy difícil acceso a cuestiones tan esenciales para la formación cultural y para el propio desarrollo personal, y ello en gran parte porque se interponen desproporcionadas y pedantes barreras conceptuales y lingüísticas. Como primera noticia, las nociones de las enseñanzas de grado medio que se ocupan de la evolución de la sabiduría lo hacen de tal forma que al poco tiempo solo “suenan” algunos nombres y cuatro definiciones sinópticas, falsas en último extremo a fuer de reducidas y simples. Luego, otras disciplinas “más prácticas” acaban definitivamente con los brotes de curiosidad o atracción que hubieran podido despertarse pese a una exposición tan mediocre y mal orientada. De esa manera la gente joven “pasa” casi a la fuerza del fabuloso relato de los grandes errores y los grandes aciertos que han ido jalonando el incesante buceo de la humanidad en la oscuridad de los tiempos, y consecuentemente, ha de “pasar” también de una estupenda oportunidad de afinar su espíritu y enriquecer su experiencia.

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     Por otra parte, la escasez y el desacierto de los textos destinados a los no iniciados favorece la proliferación de charlatanes fanáticos que venden doctrinas más o menos perogrullescas y ramplonas, empaquetándolas pomposamente con la etiqueta  de filosofías. Y tienen éxito de público muchas de ellas porque, aunque no lo parezca, la gente tiene un gran afán de saber.

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     Yo tengo unos cuantos amigos que son filósofos de verdad. Se dedican a muy diferentes profesiones pero, además, son filósofos. Y la mayor parte de ellos ni siquiera lo saben. Son personas de mente abierta, inteligencia clara, espíritu fuerte y ausencia de “principios intocables”. Lo admiten todo a estudio, sin tabúes ni cortapisas impuestos por ninguna clase de autoridad. En todo caso, valoran especialmente la libertad y el amor, y partiendo de ahí avanzan y profundizan cuanto les es posible en la comprensión de este mundo tan absurdo aparentemente, tan sublime y tan cruel, tan simple y tan complicado. Tan fascinante. Hacen, en realidad, lo mismo que hacían los filósofos griegos. Y lo bueno es que todos ellos van avanzando, con la edad, en el camino del conocimiento. La máxima aspiración del hombre.

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