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HIJOS DE 1868


Vicente Ramos 


     La revolución de 1868, al derribar la monarquía isabelina, significó un paso de gigante en el proceso liberal-progresista de nuestra historia, si bien no logró entonces transformar del todo las hondas estructuras sociales.

 

     Las Juntas  Revolucionarias, contando  con  personalidades políticas tan eminentes como Agustín Albors (Alcoy), Eleuterio Maisonnave (Alicante) y Emigdio Santamaría (Elche), defendieron a ultranza y sembraron por doquier la Tabla de derechos, consiguiendo configurar un parlamento tan democrático que la Constitución de él nacida fue sin duda la más liberal hasta ese momento promulgada.

 

     Luego, ya se sabe: movimientos republicanos, monarquía saboyana, primera república, pronunciamiento de 29 de diciembre de 1874 en Sagunto...

 

     Es decir que, en lo ideológico, podemos sostener, con Carr, que “las premisas de partida de una monarquía católica, creadas y sostenidas por el liberalismo conservador, habían sido desafiadas por las premisas de la democracia y del librepensamiento.”

 

     Entre los ilustres comprovincianos venidos al mundo en la década de los años sesenta del siglo XIX, cabe citar a los escritores e historiadores Rafael Altamira Crevea (Alicante, 1866), Carlos Arniches Barrera (Alicante, 1866), Francisco Martínez Martínez (Altea, 1866), Luis Calpena Ávila (Biar, 1860), y Remigio Vicedo  Sanfelipe  (Alcoy,  1868); al  científico   Eduardo  Vitoria

Miralles (Alcoy, 1864); al escultor, Vicente Bañuls Aracil (Alicante, 1865); a los pintores Heliodoro Guillén Pedemonti (Alicante, 1864) y Fernando Cabrera Cantó (Alcoy, 1866) y a los compositores Tomás López Torregrosa (Alicante, 1868) y Gonzalo Barrachina Sellés (Alcoy, 1869).

 

     A dicha generación de intelectuales y artistas, que alcanzó sus particulares cumbres con esfuerzo y honradez sobre  un amplio fundamento ético, se le puede aplicar en conjunto y en sus individualidades las mismas palabras pronunciadas por Altamira en Madrid el 15 de febrero de 1931: “No quisiera merecer de los hombres más que este juicio: No hizo mal a nadie a sabiendas. Hizo el bien que pudo, luchó por causas nobles y fue siempre leal a ellas. Al final de su vida, los odios humanos no hallaron en él razón de conciencia en que basarse.”

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