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LA RENOVACION DE MI BAUTISMO OCHENTA AÑOS DESPUES


Miguel Gallego Zapata


     Siempre que se ha suscitado la discusión de qué se debía celebrar, si el cumpleaños o el día del santo, he sostenido la teoría de que los cristianos tendríamos que celebrar el aniversario de nuestro bautismo.

 

     Desde hace mucho tiempo, abrigaba la ilusión de que, si la providencia me concedía el privilegio o la gracia de llegar a los ochenta años lo celebraría con toda la solemnidad que un acontecimiento de tal importancia merece, y cuando llegó el momento me puse en contacto con mi Párroco, al que le pareció bien mi idea y me mostró su disposición para prepararme una bella ceremonia de acción de gracias y la renovación de las  promesas de mi bautismo.

 

      Confeccioné unas invitaciones y unos recordatorios, convoqué a mi extensa familia y a mis amigos, incluso a toda la Comunidad Parroquial, y el día 12 de octubre, festividad de la Virgen del Pilar y Día de la Hispanidad, ochenta años después, en el mismo templo en que recibí los sacramentos del Bautismo, de la Confirmación y del Matrimonio y celebré mis Bodas de Oro matrimoniales y las de mi hija mayor, tuvo lugar la ceremonia; se inició con una Eucaristía de Acción de Gracias y actuaron como padrinos mis primos don Jesús Navarro Gallego y su esposa doña María Rosa Victoria Tomás Nicolás, como sucesores de mis padrinos de entonces.

 

     El párroco me impuso un crucifijo como recuerdo, me hizo entrega del correspondiente recordatorio, que guardo debidamente enmarcado, y después que un profesor del Conservatorio interpretara desde el altar el Himno de la Alegría, con un violín, obsequiamos a los asistentes con un chocolate con magdalenas, de igual forma que mis padrinos lo hicieran el día de mi bautizo; finalmente nos reunimos en una cena familiar a la que también acudieron mis más íntimos amigos y varios cronistas españoles, algunos de ellos venidos desde Madrid, Segovia y Torrevieja.

 

     No sé si los lectores que hayan llegado hasta aquí concederán importancia o considerarán una puerilidad todo este montaje, pero yo quiero dejar constancia que lo que he pretendido ha sido dar mi espaldarazo a una vida en la que, desde monaguillo, pasando por todos los cargos que se pueden desempeñar en una Parroquia, hasta animador del Movimiento de Mayores Vida Ascendente que desempeño en el “atardecer de mi vida”, ha sido una constante mi religiosidad y quiero, en estos tiempos en que no está de moda, manifestar públicamente mi adhesión a la Santa Iglesia Católica y Apostólica, ochenta años después de mi ingreso en la misma por esa puerta grande de mi bautismo que me hizo hijo de Dios y heredero de su Gloria.

 

     ¿Hay quien dé más?

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