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NO CUENTES OVEJAS...


Matías Mengual 

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     Si las contaste para dormirte, te dormirías por aburrimiento. Yo lo intenté una vez y dejé de contar, desvelado, cuando llevaba ya más de cien. Hoy, antes de ponerme a escribir, he procurado documentarme acerca del insomnio, del que estaba in albis, bueno, in albis del todo no, porque recordaba que Nietzche dijo que, para dormir bien hay que pasarse todo el día despierto. En mi intento, Internet me ha decepcionado: para combatir el insomnio, aconseja mantener permanentemente la hora de acostarse, entre otras cosas como ésta: “Reserve su cama sólo para dormir”. Y fuera ya de lo anecdótico y con un poco de suerte, he dado con las notas que buscaba, sin las cuales, difícilmente conseguiría que lo que sigue llegue a parecerte un verdadero regalo. Veamos si lo consigo.

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     Tenía anotado que los individuos que practican la gratitud parecen perceptiblemente más felices y su compañía resulta más agradable; pero me faltaba comprensión. La gratitud implica humildad, es decir, el reconocimiento de que en la vida no podríamos ser quienes somos o estar donde estamos sin las contribuciones hechas por otros. Y tenía subrayado en mi nota que la gratitud implica también el reconocimiento de que es posible que otras fuerzas actúen a nuestro favor, impulsadas por motivos beneficiosos y altruistas. Y, a lo mejor, es así: Dice Robert Emmons que “El pensamiento agradecido fomenta el disfrute de las experiencias y situaciones de la vida, de manera que los individuos extraen el máximo posible de satisfacción y regocijo de sus circunstancias”. Emmons involucra en esto a la novelista y poeta Marge Piercy, porque, según ella: “La vida es el primer regalo, el amor es el segundo, y la comprensión el tercero”. Personalmente, estoy de acuerdo con todo eso, en el sentido de que comprender que la vida es un regalo podría ser un requisito previo de la salud emocional.

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     Emmons es el mayor experto mundial en psicología de la gratitud y, en su libro “¡Gracias!”, refiere que pedía a los sujetos que se sometían a ciertas pruebas que siguieran las siguientes instrucciones al pie de la letra: “Concéntrense durante un instante en los beneficios o “regalos” que han recibido en su vida. Los regalos pueden ser simplemente placeres cotidianos, personas en su vida, fortalezas o talentos personales, momentos de belleza natural o atenciones de otros. Es posible que, normalmente, no veamos estas cosas como regalos, pero así es como queremos que piensen en ellas. Tómense un momento para saborear o disfrutar de esos “regalos”, piensen en su valor, y luego escríbanlos en los espacios en blanco”.

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     Y me apliqué el cuento. No padezco insomnio, pero soy madrugador, y, a veces, me despierto demasiado pronto. Casualmente, en una de esas madrugadas, me puse a recordar los beneficios o “regalos” que la vida me ha proporcionado, y no sólo me dormí de seguida, sino que me levanté con mayor optimismo del habitual. Esto me sorprendió gratamente: ¿Será por haber descansado hoy más?, supuse. Pero no, no fue por eso: He querido y podido comprobar que tal bienestar resultaba del reconocimiento de los “regalos” recibidos, individual y sucesivamente considerados, no en su conjunto, que con el consabido “gracias, Señor, por tus bondades” creemos haber cumplido. Mi gratitud resultaba de la comprensión de la verdadera causa impulsiva de cada uno de mis benefactores, muy propia de cada uno de ellos y claramente definida. Por ejemplo, no puedes experimentar gratitud si crees que el médico que te curó hizo contigo lo  mismo  que  con  todos  los demás pacientes. Sentirás gratitud si reconoces que estás donde estás porque el médico te prestó una atención especial dada la gravedad de tu caso. ¿Es este reconocimiento esa fuerza desconocida que actúa a nuestro favor impulsada por motivos beneficiosos y altruistas? Si lo es, el tercer regalo de Marge Piercy cobra valor.

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     En momentos depresivos o de desánimo, practica la gratitud: Intenta comprender que aquel momento maravilloso de tu vida se lo debes a alguien que quiso beneficiarte. Parece claro que con gratitud enriqueces la vida.

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