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Vicente Esteve

   AL HABLA CON...

EMILIA BAS MARÍN

 

Mes de julio, aprovechando “la fresca”, y a la tradicional hora taurina de las cinco de la tarde, me desplazo a Cartagena para realizar la entrevista concertada a la única mujer en la Junta Directiva de JubiCAM que no es, ni ha sido, empleada CAM. Es socia porque cumple lo reseñado en nuestros Estatutos en el Capítulo I, Artículo I: Condiciones para ser socio. Y es Vocal de la zona Campo de Cartagena, nombrada el 15 de marzo de 2007, acogiéndose a lo reseñado en el Capítulo V, Artículo XIII: Derechos y Deberes de los socios (ser elector y elegible para los cargos de Órganos de Gobierno). Tuve que documentarme para intentar hacer lo mejor posible mi trabajo y llevaba preparada una batería de preguntas que no pude ajustar en nuestra charla por encontrarme ante una mujer extrovertida, sincera y amable, tanto que desde el primer momento todo fueron facilidades y el trabajo “salió” solo.

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Me dijo:

- No he sido empleada CAM, pero la he vivido, y ella y me ha dado estabilidad y mi bienestar actual. Nací en Cartagena de madre cartagenera y padre valenciano. Con 24 años me casé con José Palmis Sánchez, director de la oficina de la Caja en el barrio de Santa Lucia, y es lo mejor que pasó en mi vida.

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Hemos tenido tres hijos, dos viven muy cerca, y Mónica, la mayor, como dice mi nieta Mar vive en la estrella más brillante del cielo, era filóloga de inglés. La segunda, Silvia, quiso estudiar Bellas Artes y no pudo ser, pero realizó Gestión y Administración Pública, nos ha dado dos nietas preciosas, Mar y Mónica. Y el pequeño, José, Ingeniero Técnico Naval, también nos ha dado un nieto, José Palmis Quinto, que es el juguete de todos.

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Trabajé en un comercio de calzado, que dejé al casarme, y siempre me han dicho que tenía alma “fenicia”, por que me gustaba mi trabajo. Al hacerse mayores mis hijos volví a tomar el contacto con la gente al trabajar en una joyería hasta que se jubiló mi esposo. Por no movernos de  Cartagena  creo que no pudimos dar a nuestros hijos la ocasión de disfrutar una vida rural que nosotros sí tuvimos en nuestra infancia.

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¿Qué hace un ama de casa en la Junta Directiva de JubiCAM?

– Puede llamar la atención, porque soy la excepción, pero lo considero lo más normal del mundo. Y la verdad es que, por la distancia, mi labor es de muy poco contenido, pues además de representar a los socios de esta zona y asistir a las reuniones de la Junta, hago muy poco más.

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¿Qué te ha supuesto ser la esposa de un empleado CAM?

– Como ya te he dicho al principio, sobre todo estabilidad y el bienestar de mi casa. Además era muy gratificante ver que a mi marido le encantaba su trabajo, y todavía hoy es muy emotivo cuando clientes antiguos le recuerdan, y nos sentimos por ello, toda la familia, muy orgullosos. Recuerdo que le conocí en la calle Mayor viendo la procesión del Viernes Santo, y cuando le miraba pensé que estaría diciendo: “qué mal que le caigo”. Y resulta que luego me contó que lo único que pensaba era: “qué chica más guapa”. Vamos, de “flechazo”.

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Le reprocho que no me haya dejado ser cocinera, pues siempre se ha conformado con ensaladas, boquerones... y un plato especial no lo ha sabido apreciar; eso sí, al ser medio valenciana me salen unas paellas exquisitas. Hemos viajado mucho con la caravana, y conocemos prácticamente toda Europa. Me gustaría visitar la América de habla hispana, Perú, Ecuador… pero no países que puedan deprimirte, como la India. Últimamente hemos visitado Cuba, y, pese a sus circunstancias especiales, la infancia está muy cuidada y son gente culta. En Punta Cana nos invitó la CAM por los 50 años en activo de mi marido; me encontré como en un campo de concentración de lujo, sin poder salir de las zonas acotadas, mucha bebida, mucho sol, mucha siesta, pero no te enriqueces al no poder conocer a las gentes. Egipto es todo emoción: El Cairo de noche produce sensaciones caóticas, pero si me pierdo será en Londres, porque es una ciudad viva, en París por su belleza y armonía o en Madrid porque te ofrece todo, museos, cultura, es castiza y moderna. No me encontrarían ni en Roma ni en los Estados Unidos de América.

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¿Y cómo ha cambiado tu vida desde la jubilación de Pepe?

– Si no fuera por la falta de mi hija mayor, ahora sería perfecta. He renunciado a la ciudad, y a mis nietos y amistades los recibimos en el campo. El carácter de Pepe ha cambiado, es más introvertido, pero se siente muy valorado y querido por sus hijos y nietos. Estamos viviendo la mejor época de nuestra vida, pues no nos aburrimos nunca estando juntos a pesar de que yo soy impulsiva y él tranquilo, pero tenemos muchas cosas comunes. Recibí en la Universidad popular un cursillo de cerámica, y luego en el colegio Antonio Ramos Carratalá, de integración social, participé activamente enseñando cerámica a los niños. Allí me impactó la calidad humana, pues con dinero escaso y material colectivo se hizo una gran labor. Al dejar mi trabajo me planteé lo que iba a hacer, y estuve en dos ocasiones en el Asilo de Ancianos, pero no conseguí hablar con la superiora, así que fundé mi propia ONG “abuelos en acción” sin estatutos, pero con dedicación exclusiva a mis nietos. Sin esta ayuda los críos en España lo pasarían mal, porque la vida laboral se compagina muy mal con la familiar. La mujer necesita trabajar para conseguir un bienestar, y es muy satisfactorio ganar tu propio dinero, pero a veces es penoso tener que irse al trabajo dejando incluso a los hijos con alguna dolencia.

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¿Cuáles son tus aficiones además de tus nietos?

– Soy una lectora empedernida, pero ya desde pequeña. Recuerdo que no tenía dinero para comprar libros y me iba a casa de la vecina porque su abuelo estaba leyendo, hasta que se quitaba las gafas, y entonces me dejaba el libro.  Me gustan  mucho  los  clásicos,  autores rusos, novela hispanoamericana (Márquez, Vargas Llosa) pero me aburro con los de ensayo.

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Cuando viajo me gusta conectar con la gente y sobre todo conocer las  costumbres de los distintos lugares. Es imposible conocer Londres en visitas relámpago; hay que contemplar en los parques a un predicador anciano encima de una escalera, con su mujer sujetándolo; o unas competiciones de barcos teledirigidos en un pequeño lago. Estuve en Noruega, con autocaravana, para contemplar en Cabo Norte el sol de media noche. Hizo mucho viento, y los que llegaron de crucero (con media hora y a casa), no pudieron verlo y se perdieron algo único. Y hablando de viajes, creo que no hay que hacerlos tan extensos, y hay que buscar lo mejor y no escatimar, para evitar algunas malas experiencias. Y sobre todo, que los responsables sepan dar soluciones sobre la marcha.

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¿Observas diferencias intergeneracionales?

– Sí, y además abismales. Con 18 años mis padres contaban conmigo para todo; con 28, ya era la madre de mis padres y ahora sigo siendo la madre de mis hijos, porque ellos, a pesar de su edad, todavía siguen siendo mis pequeños. Y esto ha sido así en general. Influye sobremanera que a nuestra edad estamos como rosas y con buena salud, por lo que podemos hacer muchas cosas. Solamente al mirarte al espejo te ves mayor, pero mentalmente eres capaz de todo.

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Emi, ya sabes que disponemos sólo de dos hojas en el Boletín ¿algo más?

– Pues que los socios de Cartagena se animen a conocer la Asociación y a participar en sus actividades, tanto de viajes como en los Foros de Debate, etc. Y a tí agradecerte la deferencia que has tenido de venir a esta tu casa.

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Pues nada, el agradecimiento es mutuo por la cordialidad y la acogida tan extraordinaria que nos habéis dispensado.

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