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"CANIBALISMO" EN ECONOMÍA

Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales


Vicente Llopis Pastor


     La Economía, en su desarrollo como ciencia, apenas tiene poco más de doscientos años de antigüedad. Se suele fijar como su fecha de nacimiento el año 1776, en el que se publicó en Londres el paradigmático libro “Investigación acerca de la naturaleza y causa de la riqueza de las naciones”, escrito por el británico Adam Smith (1723-1790), profesor de Filosofía Moral y quien es considerado por la generalidad de los tratadistas como “el padre de la Ciencia Económica”, al menos bajo una visión liberal.

 

     La juventud de esta ciencia provoca la inexistencia de vocabulario propio, por lo que, o bien hay que inventarlo generando neologismos (por ejemplo “inflación”, de la raíz “in-flare”, que quiere significar “soplar hacia adentro”, y otros abundantísimos ejemplos); o bien se toma prestado de otras ciencias, dentro de las cuales existen conceptos e ideas que son susceptibles de comparación analógica.

 

     Tal es el caso de la explicación de un fenómeno económico habitual, el cual consiste en el desarrollo de un bien o servicio a costa de otro de iguales o parecidas características. Es decir, lo que entendemos como que “uno se come al otro” y para ello nada mejor que asumir la palabra “canibalismo”, tomada de la Antropología y que puede ser ampliamente ilustradora.

 

     El canibalismo, también llamado “canibalización”, en economía puede aparecer por diversos caminos. Un ejemplo es el llamado “de piezas”, por el que se reconstruye un equipo o maquinaria mediante parte de las piezas de otros, dada la imposibilidad de obtener repuestos; otro, el "de publicidad”, por el que una marca utiliza un mensaje parecido al de otra marca ya establecida, quedando el consumidor con tal impresión que confunde una con otra; también tenemos el “de producto”, en el que la oferta de un nuevo  producto  por un fabricante hace descender las ventas de otro anterior elaborado por el mismo fabricante.

 

     Este último canibalismo “de producto” es muy frecuente en el sector bancario. Últimamente la innovación financiera es tan abundante que ha hecho de este sector un ejemplo claro de canibalización, ya que la oferta de productos financieros se presenta cada vez más atractiva para la clientela con el fin de obtener fondos procedentes de la competencia bancaria. Como esto último no es posible que se incremente de forma amplia y rápida porque la generación de ahorro y de capitales está muy condicionada por la actividad económica básica, lo que suele ocurrir es el trasvase dentro del balance de la propia entidad financiera de los productos tradicionales y menos atractivos hacia aquellos que la innovación ha creado.

 

     Pese a este riesgo, y como consecuencia de la enorme competencia bancaria, las entidades pugnan por introducir constantemente variados productos financieros que permitan atraer a nuevos clientes, o bien se conforman con canibalizar los que ya figuran en sus propios depósitos de pasivo. Este hecho se asume con toda naturalidad como el inexorable camino para evitar la pérdida de cuota de mercado, aunque lo sea a cambio de un incremento de los costes de la cartera de clientes.

 

     Y es que la bajísima tasa de crecimiento del ahorro familiar en nuestro país no da para más.

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