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     LAS BOTAS    


Francisco L. Navarro 


Era un día cualquiera y la escena podría darse en cualquier ciudad, tal vez la mía. El día era soleado, aunque el viento de poniente me empujaba con sus ráfagas cada vez que doblaba una esquina.

 

Sobre la acera, junto a una pared recién enjalbegada (todavía quedaban un par de botes grandes de cal), alguien había abandonado un  par de botas de deporte blancas, perfectamente limpias, colocadas como si contuvieran un cuerpo invisible y en una postura como de  estar indolentemente apoyado y “aguantando la pared”.

 

No sé por qué, pero me vino a la mente: “éste no ha querido morir con las botas puestas”. Luego seguí divagando sobre si le dolían los pies y las había dejado, si las había cambiado por otras nuevas en el mercadillo próximo,  si  –aburrido  de  la vida– había decidido abandonar todo, hasta las botas, y notar el contacto directo con la madre tierra…

 

Luego me puse a pensar en el significado que damos a lo de morir con las botas puestas, que solemos aplicar a quienes trabajan hasta el último día de su vida y ponen todo su afán en el trabajo, convirtiéndolo en el centro de todo y se engañan a sí mismos pensando que ganando más vivirán mejor, descubriendo después que la ocupación es tanta que impide gastar lo que se gana.

 

En tanto, la pareja, los hijos, la familia, los amigos, y hasta los principios morales que nos inculcaron, pasan a ser cosa aparte, algo así como ese mobiliario que uno ve todos los días porque está ahí y, por lo tanto, parece como si no tuviera importancia.

 

¿Cuántas veces nos hemos planteado si estamos actuando del modo correcto o hemos dejado aparte lo de ser justos? Y no me refiero a la justicia en su acepción legal, me refiero a esa otra forma de justicia próxima que es el amor, la compañía, el diálogo. La búsqueda del equilibrio entre las exigencias o vicio del trabajo y las necesidades de los que nos rodean.

 

Cierto es que algunos no tenemos otro instrumento a mano más grande que la Fe para esperar algo más después de que abandonemos el mundo, pero –me pregunto- ¿fuera de las cosas inmateriales que componen la esencia de la vida, hay algo más importante en que emplear el tiempo que empeñarse en hacer del trabajo el centro de nuestra existencia?

 

¿Morir con las botas puestas? No, gracias. Yo con las zapatillas de andar por casa y, mientras pueda, con mi vieja estilográfica en la mano, intentando explicar mi punto de vista por si alguien lo considera interesante.

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