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LA ATRACCIÓN DEL GÉNERO OPUESTO

(por Matías Mengual)

Matías Mengual

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En el proceso creador actúan dos principios, el masculino y el femenino. Cada principio es incapaz de energía operadora sin la ayuda del otro. La función u oficio que el principio masculino cumple parece ser el de dirigir a cierta energía inherente hacia el principio femenino y, en virtud de ello, es éste, el principio femenino, el único que ejecuta siempre el trabajo activo creador.

 

Bueno; pues eso, tal cual queda resumido, se manifiesta en todas las cosas y actúa en todos los ámbitos o reinos de la naturaleza animal, vegetal o mineral. Tal es la aseveración que hacen Tres Iniciados en su versión de El Kybalion, obra cumbre del ocultismo universal del sabio Hermes Toth, misterioso y primer iniciador de Egipto en las doctrinas sagradas. Los griegos, discípulos de los egipcios, le llamaron Hermes Trismegisto, “el tres veces grande”, porque era considerado como rey, legislador y sacerdote. De esto, sólo hace la friolera de cuatro mil quinientos años.

 

Frente a Babilonia, metrópoli tenebrosa del despotismo, Egipto fue, en el mundo antiguo, un verdadero baluarte de la ciencia sagrada, la escuela para sus más ilustres profetas y el refugio de las más nobles tradiciones de la Humanidad. Mientras que en Asiria la monarquía aplastó al sacerdocio para hacer de él un instrumento, en Egipto, el sacerdocio disciplinó a los faraones, arrojó del trono a los déspotas y gobernó con sabiduría la nación. Se afirma que, desde entonces, siempre han existido en cada generación y en los diversos países algunos Iniciados (Pitágoras, por ejemplo, 580 años antes de Cristo) que conservaron viva la sagrada llama de aquellas enseñanzas herméticas. Un aforismo de El Kybalion dice: Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría. Particularmente, me queda mucho que heñir.

 

En mi época de estudiante no considerábamos la molécula como la agrupación definida y ordenada de átomos, sino como la partícula más pequeña de materia que se podía conseguir con medios físicos, y el electrón como lo más pequeño conseguido por medios químicos. ¿Cómo iba a atreverse alguien a hablarnos del Principio de Género de El Kybalion entonces, cuando el átomo parecía indivisible? En cambio, hoy día, la ciencia admite que los corpúsculos positivos (protones) parecen ejercer cierta influencia sobre los negativos (electrones), impulsando a éstos a constituir ciertas combinaciones que dan como resultado la creación de un átomo. Si a esto añadimos que las últimas enseñanzas científicas dicen que los corpúsculos o electrones creadores son femeninos, a mi modo de entender se están destapando algunos oídos, aunque nadie llegue a descubrirse todavía ante la evidencia de aquella misteriosa Sabiduría.

 

Ciertas personas saben emplear el dichoso principio masculino para imprimir sus ideas sobre las demás, ya que el género se manifiesta también en la mente. Los Iniciados afirman que, en la mente de toda persona la tendencia del principio femenino es la de recibir impresiones, mientras que la tendencia del principio masculino es a darlas o expresarlas. Pero, cuando el principio masculino de una persona, sea hombre o mujer, se proyecta hacia el principio femenino de otra persona, si esta última absorbe ese pensamiento y permite desarrollarlo y madurarlo, lo hace suyo y piensa en consecuencia. De manera que una idea así alojada en la mente de otra persona crece y se desenvuelve y, a su tiempo es considerada como una creación mental del individuo, mientas que en realidad no es más que el huevo de un cuco puesto en el nido del gorrión. Y, a eso, nosotros lo llamamos sugestión, telepatía, hipnotismo...

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