Señor:
Yo soy el mismo, -con más canas
y más peso en el alma, y más cansancio-,
que imaginó la vida de otro modo,
lejos de Ti, Señor, absurdamente
y quiso deshacer Tus Ataduras
para sentirse libre, haciendo aquello
que le gustaba hacer, sin más razones…
Soy el mismo, Señor -con más fracasos
y más desilusión en la memoria-,
que, imaginando nuevas armonías,
dejó Tus Mandamientos incumplidos
para verter errores en su copa…
Hoy me queda, de todo lo pasado,
algo como un horror en la conciencia
y algo de hiel y acíbar en mi boca
que buscaba dulzuras infinitas,
porque, en una tristeza de silencios,
sin paz y sin amor, y sin auroras,
me he sentido engañado por mí mismo
y he sentido morir mis ilusiones…
En una noche, Dios, interminable
lloré muchas traiciones reiteradas
y me supe de barro, recompuesto
después de haberse roto en mil pedazos.
Pero yo soy el mismo que algún día
quiso recomenzar y se vio envuelto
en sus faltas, de nuevo, y en su angustia…
Pero yo soy el mismo… Con más canas
y más peso en el alma, y más cansancio…
¡Piénsame como siervo que en Tu Casa
-¡hace ya tiempo que negué ser hijo
y no merezco ya llegar a serlo!-
estaré tras el último de todos
para servirte y adorarte siempre
sin ofenderte más.
¡Quiero sentirme cerca de Tu Gloria
aunque sea en el umbral, que no merezco
otra cosa de Ti, por mis acciones!
No pido más que Tu perdón, Dios mío…
¡Arráncame de tanta indiferencia
para que empiece a renovar mi surco…
¡Que soy el mismo, Dios, que soy el mismo
con más peso en el alma, y más cansancio!
porque Tú, mi Señor, lo sabes todo
y sabes, -¡Tú lo sabes!- que te amo.