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Demetrio Mallebrera Verdú

A corazón abierto
(por Demetrio Mallebrera Verdú) 

¿SÓLO INTERESA LO MATERIAL?

  

     Estamos en plena crisis, y esta vicisitud tiene unas consecuencias y unos modos de presentarse, en cuanto a riesgos y peligros, en cuanto a aprietos y dificultades, que a todos (porque es global la cosa) nos tiene con el corazón en un puño y una inquietud de alma por desconocer lo que aún pueda pasarnos, que ya está teniendo consecuencias en lo físico, en lo psíquico, en lo moral, en lo material…, pues hay algún roto o descosido que nos pilla de bien cerca si no de lleno. Quizás deberíamos preguntarnos si también será cosa de lo espiritual, empezando por reconocer que es asimismo una crisis de valores, o una crisis producida por unos cambios tan rotundos y tan rápidos que no estamos siendo capaces de absorberlos, porque, como ya hemos insinuado muchas veces, no es que no existan valores sino que ahora los valores son otros. Y el panorama, desde cualquier punto del puente donde lo observemos, es sumamente extremista y manda a paseo las ideologías que creían resolver el mundo por la vía material, o sea, tanto un progresismo que, exacerbado, ha revenido en un inmovilismo que acepta la muerte como salida “digna” de situaciones que pueden ser extremas aunque no siempre, como un liberalismo que se ha pasado muchos pueblos incitando hasta la saciedad a un consumismo que (a las pruebas me remito) tenía que quedar fuera de las posibilidades reales de las personas deseosas de comprar todo lo que diera de sí algo tan irreal como el osado crédito.

 

     Sabemos que todo lo que suena a espiritualidad está condenado al rechazo, y la gente suele dar un paso atrás al oírlo, porque es una palabra que la gente vincula con las religiones, con los compromisos improductivos, con lo que es tan inmaterial que no se ve ni se palpa ni se siente. Parece algo inútil que no se sabe bien para qué sirve. Si no es práctico y rentable, ¿para qué sirve lo espiritual? Pues, pese a eso, en la sociedad actual todo lo que tenga espíritu, es todavía (y, según casos, cada vez más) algo muy valorado, ya que la gente lo asocia con lo que debe alojarse (aunque no lo tenga muy claro) en lo más hondo del propio ser, en donde están los consuelos para momentos críticos, para tener ánimos y motivaciones, para fundamentarse en un ideal, para vivir una especie de mística o ascética que te hace más sensible y más cercano a los demás y te empuja a ayudarlos como tú mismo puedes sentirte ayudado por quienes tienen vida interior. La espiritualidad da motivos para vivir, inspira muchos de nuestros comportamientos y pone marco a nuestros valores más excelsos (que todos los tenemos, y a mucha estima), y desde luego a lo que llamamos creencias, gracias a las cuales la gente da un significado a lo que le supone un esfuerzo y al resto de todo lo que hace. La religión, si acaso, completa el panorama que acabamos de describir, situando al ser humano ante el misterio último de su existencia y a tomar decisiones u opciones fundamentales, porque se quiera decir de forma clara u oculta, hasta reventar de tanto disimular, uno se pregunta una vez o muchas sobre el sentido de la vida, sobre la importancia sublime de la esperanza y la vivencia permanente del amor.

    

     Alguien podría decir ahora que se me ha olvidado la fe. Pues no, mire usted, si se tiene esperanza y se practica el amor de entrega es porque doy por sentado que hay una fe. Que no es como se dice, ciega, más bien al contrario, lo que pasa es que sus ojos son tan sensibles que se dejan arrastrar por las otras dos virtudes citadas y no se puede olvidar que fe es convicción, es la seguridad de sentir y sentirse amado y vivir ilusionado o esperanzado. Vivir la espiritualidad es, después de luchar contra ídolos, sistemas, estructuras o poderes dañinos que prometen lo que no pueden dar, experimentar el gozo de estar como en otra dimensión donde, en sentido de igualdad y de acogida relajada (tan necesaria ahora y siempre), uno puede hablar con quien lo hizo todo para el bien de toda la humanidad, pues a eso se llama oración, y en el caso del cristianismo, con el mismo que, además, vino a liberarnos de toda esclavitud y dijo que hay que compartir, aceptar y algo más difícil, perdonar. La espiritualidad, siempre que no sea profana, es la cultura viva del pacto, de la familiaridad, de la ilusión, la generosidad, la misericordia y la humanidad. Y si algo no está en crisis es afortunadamente la espiritualidad. .....

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