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UN JUREL A LA PLANCHA
     (por José M. Quiles Guijarro)     

José Miguel Quiles


     La otra tarde estaba yo viendo una de l´ouest en Canal 9 y entra Menchu en el salón, con un brazado de ropa, monta la tabla de planchar y empieza su tarea. Yo tenía tomada, en el sillón, la posturita adecuada para ver desvanecerse la tarde por el ventanal en una modorra perfecta. Y en la tele tiro va y tiro viene…

 

     Empezó Menchu a planchar y del propio movimiento de su cuerpo al deslizar la plancha se establecía inconscientemente un temblor en su talle, un meneíto en la cadera y, como tenía una faldita cortita de seda, se producía una especie de campaneo y, cuando planchaba un pantalón, alargaba el brazo derecho por la raya y se ponía de medio lado, de costadillo, como si fuera a iniciar una rumbita. Yo lo miraba todo, como al descuido, con la mirada complacida de una vaca adormilada y Menchu a lo suyo: el temblorcillo, el meneíto, el campaneo de la faldita y luego de medio lado, la rumbita y dale bola… estaba sumida en su labor, tarareando aquella canción de Machín que decía: ”Anoche hablé con la  lunaaa..”

 

     Así que poco a poco le fui perdiendo el hilo a la película de l´ouest, ya no sabía muy bien quién era el “malo” porque mis ojos insolentes se iban detrás de lo “bueno” (el temblorcillo, el meneíto…) me fije atentamente e involuntariamente en las regiones más íntimas de mi cerebro empezó a fraguarse una dulce y secreta tormenta de lascivia… todo tan natural, tan inocente “Me levanto, -pensé- me pongo unas gotitas de Varón Dandy me acerco y le pregunto qué tal plancha el tergal…” pero me parecía kafkiano y hasta plebeyo, abordar a Menchu en mitad de su trabajo, no lo hubiera permitido ella, nuestra relación se ha basado siempre en el respeto mutuo, así que con tiento le pregunté,  como quien no quiere la cosa:

 

     - Menchu…¿te queda mucha plancha?

 

     - Una hora más o menos, ya ves la ropa que hay –me contestó

 

     Una hora. Naturalmente después tendría que hacer la cena, lo mejor era acercarme en el intervalo, entre la sesión de plancha y la cena, era lo más respetuoso, así que le pregunté otra vez:ç

 

     - Menchu… ¿qué vas a hacer de cena?

 

     - Un jurel a la plancha –me dijo. Ahí estaba la cosa, una hora de plancha, un jurel a la pancha y yo que no quería llevarme una “plancha”…

 

     - Pero el jurel va vuelta y vuelta o va ir bien presentadito, con su guarnición y tal… –le pregunté por saber el tiempo, más o menos, que necesitaba la preparación.

 

     - Si acaso le pondré una hojita de perejil…-me contestó.

 

     Lo del perejil me lo dijo con retintín, sin mirarme, me escoció lo del perejil, entonces pensé yo “¿A qué tanta pregunta?”. Los omnímodos llevan 700 millones de años haciendo el amor sin tanta contemplación, ni tanto jurel, ni tanto perejil”. “¡¡Ahora verás!! Se va a enterar… ahora sin Varon Dandy, ni nada”, me levanté, me metí la camisa por dentro, me alisé los cabellos, borrando las huellas que la pereza había ido dejando en mi persona, crucé el salón hasta la tabla de planchar con un andar reposado, y con un tono entre cariñoso e insinuante, le dije, arrastrando las vocales:

 

     - Oyeee Menchuuuu….

 

     - ¡Que te pasa con tanta Menchu y tanta cena y tanta guarnición y tanta gaita! ¡Estás toda la tarde diciendo tonterías…!

 

     Aquella voz fue un ventisquero cruel que disipó ipso-facto las nubes de mi dulce sensualidad.

 

     - Desde luego… ¡¡como perdéis la dulzura las mujeres cuando os ponéis flamencas…!! –le dije con desdén y rabia.

 

     - ¡¡Ve, ve y tira las bolsas de basura… haz algo positivo…anda…!! – ante la brusca y fría realidad doméstica dejé de soñar enseguida. Menchu al instante se había convertido en un ser áspero con una plancha en la mano.

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