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ME SUMERGÍ EN EL TIEMPO

(por Ana Burgui)

 

     Arreglando cajones me encontré, siempre suele ocurrir así, una caja llena de fotografías, ¡que peligro! Alegría, curiosidad y añoranza, ¡vaya mezcla!, me hicieron abrir la caja que derramó su contenido guardado durante años por mi madre. Fotos amarillas o con esas  manchas que no son reconocibles, pero intuyes que ha sido el tiempo que se ha prendido en ellas.  Una dedicatoria sobre una imagen de una mujer vestida de “manola”, con esa peineta que reconozco porque la tengo guardada, en una Semana Santa de hace muchos años con la tinta casi ilegible pero un final  claro “... siempre tuya.”  y una firma que ya me empaña los ojos. Siguen desfilando primos lejanos y cercanos, disfrazados o de primera comunión y me descubro junto a ellos en la foto, recuerdo ese vestido, mi niñez se asoma a ese vestido, me lo cosió mi madre y yo elegí los botones. Esta otra foto de la casa del pueblo y mi abuela conmigo en brazos, ahora veo su imagen diferente, más bajita y su sonrisa más amplia.

 

     Hay un niño sentado, ya puede aguantarse, aunque veo una mano por detrás presta a sujetarlo; en un barreño de zinc lleno de jabón y de risas, está recibiendo su  primer baño sentado, pero no sé quien es. Salen militares, soldados, bodas y viajes, niños que juegan en un parque o que dan sus primeros pasos. El primer día de playa, me veo llorando porque estoy sobre la arena y sujeto un balón. Ese balón se perdió en el mar, recogiendo el cubo y la pala de la orilla, el balón se adentro en las aguas y mecido por las olas se fue mar adentro. –Déjalo, sólo es un balón-, dijo mi padre, pero para mí fue más, fue una huida, no quería ser balón en tierra y eligió el mar, allí no era balón. Yo era pequeña y sin embargo la huida se me antojó clara y aun ahora que ha pasado tanto tiempo me hace sentir cómo se puede entrar y palpar el deseo de huir. Cómo a veces, puede una imagen, un aroma, una situación, trasportarte a ese mundo de emociones que se abre en el recuerdo, y cómo a veces, hasta con dolor físico, se sitúa  una parte de ti, de tu vida, vivencia o sentimiento.

 

     Una foto para el seiscientos de mi tío, que lujo fue su estreno, recorriendo la costa hasta llegar a aquel merendero donde la tortilla de patatas salía de los capazos y se mezclaba con la consumición obligatoria, la Mirinda, los cacahuetes, alguna sardina.

 

     Veo una y otra vez las fotos, a muchos no los conozco y pienso de repente lo hermoso que habría sido ver las fotos con mi madre o mis tías, gente que conocía a los que estaban allí retratados, cada uno con su historia, su recuerdo, su anécdota y el comentario que te permite ver a la persona un poco mejor, en lugar de esta fría soledad que me rodea y el silencio del recuerdo solo intermitente. Perdí el momento y ahora no lo puedo recuperar y aunque lo añorare, sé que lo repetiré.

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