Acurrucada en mi nido
como polluelo temblabas.
A fuerza de mil suspiros
y mil caricias calladas,
conseguí que tus temblores
se tornaran en ardores
mientras tu amor me entregabas.
Así, al amanecer del día,
con las caricias tempranas,
borré muy pronto el recuerdo
de aquellos temores y miedos
que tus sueños despertaban.
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Y tus sueños,
sueños de amor compartidos,
nos han hecho dueños
de paraísos eternos
que sólo nosotros vivimos.
Esos paraísos de amores
que sin llave guardamos,
son como aquellas flores
de mil aromas y colores
que en nuestro jardín cultivamos
y que al crecer cada día,
en sus ramas dan cobijo
al gorrión y al jilguero,
como a ese amor primero
con que primero vivimos
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