Al finalizar la temporada pasada, y después de una actuación discreta en Madrid, el diestro Luís Francisco Esplá decidió que no volvería a torear en esa plaza. Posiblemente su nuevo apoderado le convenció de que no era esa la manera de despedirse de un coso en el que había actuado en 88 corridas, inmediatamente detrás de Antonio Bienvenida, que con 102 actuaciones ha sido el que más tardes se ha anunciado en él.

El día 5 de junio pasado, en la Feria del Aniversario de Madrid, volvió a pisar el ruedo por última vez en la Monumental de las Ventas.

El ganado era de Victoriano del Río, corrida muy dura, con mucho genio y muy viva.

Durante la lidia de los tres primeros toros, además de las dificultades de los astados, el viento hizo de las suyas y fue imposible dar un pase, pero Esplá se merecía una despedida acorde con su categoría. Salió el 4º de la tarde, de nombre Beato, colorao, chorreao y ojo de perdiz y con 630 kg de peso, todo un tío. Milagrosamente cedió el viento.

Se limitó a lidiarlo con el capote, y en el tercio de banderillas cumplió con dos buenos pares.

Con la muleta en la mano brindó al público y comenzó la faena al hilo de las tablas. Creo que fue en la primera tanda con la mano derecha cuando se dio cuenta del gran toro que tenía delante. A los muletazos con la mano derecha sucedieron series por naturales, y toreando de frente con mucha sinceridad y gusto armó un verdadero bombazo. La plaza era un auténtico manicomio. Particularmente diré que nunca había toreado con tanta torería, y han sido muchas las tardes que le he visto actuar.

Ejecutó de forma magistral la suerte de recibir(1) y necesitó de dos descabellos para pasaportar a Beato.

Solicitó la vuelta al ruedo del toro y también su cabeza como recuerdo. Ambas solicitudes le fueron concedidas.

24.000 espectadores solicitaron las dos orejas. Con ellas en la mano dio dos vueltas al ruedo entre lágrimas de emoción.

Se va un gran maestro, un excelente lidiador que por desgracia ha sido más respetado en Madrid que en su propia tierra. Después de 33 años de matador y de haber lidiado 1.117 corridas de toros se nos va un torero distinto a todos.

Su salida a hombros  fue un espectáculo: lo zarandeaban quitándole los alamares del traje de luces e incluso intentaron quitarle la chaquetilla. El primero en izarlo a hombros fue su hijo Alejandro y algunos compañeros de profesión, finalmente el numeroso público que se tiró al ruedo.

Después del clamoroso éxito fue entrevistado en el callejón de la plaza, y estas fueron sus palabras: “Nunca lo dije, pero en mi despedida lo voy a decir: mi toreo se ha basado siempre en la técnica, porque de valor, lo justito”.

¡Hasta siempre, torero!

(1)Suerte de matar al toro citándolo y esperándolo a pie firme, con el estoque montado hasta introducírselo.