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EN TORNO A LAS HISTORIAS DE LOS PUEBLOS
(Por de Vicente Llopis Pastor)


     En nuestro Boletín del mes de Julio último (pág. 14) mencionaba mi nombre por el articulillo “La sede titular de Begastri” publicado en Diciembre de 2007 (pág. 17), y en un interesante trabajo, Fernando García Cabrera.

     Nuestro entrañable Francisco M. Bernabéu, siempre pendiente de los temas trascendentes, me llamó a mi retiro veraniego –que es Cehegín- un día de agosto, en que yo estaba fuera de juego por una extraña infección, para comentarme dichos artículos, pero deteniéndose en la abundante y actual presencia de marroquíes, o magrebíes, por nuestras latitudes, para la convivencia natural. Le prometí ocuparme de ello, si quedaba con fuerzas, tras de aquel envite, aunque circunscribiendo el tema al Noroeste murciano y, más concretamente, a la ciudad de Cehegín a la que me debo como su primer Cronista Oficial.

     En mi comunicación durante la toma de posesión para tal cargo honorífico que titulé “En torno a la identidad de Cehegín”, apuntaba:

     Quienes estamos interesados en el devenir de la Historia, por muy amplía o reducida que ésta sea, y en este caso por la nuestra, pretendemos sacar de ella lecciones o argumentos para la vida de cada día.

     Y, recientemente, ha dicho Fray Timothy Radcliffe (que fue Maestro General de los Dominicos) que toda cultura tiene necesidad de historias para encarnar la comprensión de lo que necesita un ser humano, de lo que es un modo de vida. Pues bien, si muchos pueblos de la antigüedad pasaron por este territorio, sus huellas nos configuraron: iberos, griegos, godos, romanos, visigodos, árabes y cristianos de la Reconquista, toda una riqueza de sangres, de un modo de vida, de todo lo que llamamos hoy cultura, aún dentro de los comportamientos de algunos de aquellos visitantes y nuevos vecinos. Unos se fueron y otros se quedaron, pues tenían motivos para ello.

     Pero en el largo devenir de tales pueblos hubo uno que nos llegó, visitantes extraños que se comportaron como conquistadores y cuya presencia duró siete siglos según los lugares de la Iberia que iban siendo recuperados, reconquistados, y ahí entran los pactos, las traiciones y las batallas. Aquella presencia cayó como una losa descomunal sobre nuestra piel de toro, en general, y sobre el Begastri visigótico, en particular.

     En el caso de Cehegín hubo casi de todo, hasta el extremo de que los ocupantes (tribu de los Zehenegíes) le dieron su nombre y cuando llegó la hora de la partida definitiva, muchas familias se convirtieron y se quedaron; sus descendientes conservaron rasgos definitorios de su origen, a través de los siglos y, con ellos, costumbres en la agricultura, en la construcción y en cierta gastronomía, hasta los años mil novecientos sesenta, setenta, en que se operó una sustancial transformación social en la ciudad. De todas formas actuales descendientes de aquellos no han aceptado de buen grado a ciertos visitantes, algunos de los cuales se han dejado decir algo así como  “nosotros sabemos como hemos llegado pero ellos no como van a salir…”, y al considerarse nuevos residentes, no cejan en pedir, con mayor o menor tono, a las autoridades locales y a los patrones o empresarios de las explotaciones agrarias que los emplean. Claro que esto ocurre también en otras poblaciones, según leemos en los medios de comunicación.

     (La incontrolada inmigración está dando sus frutos y eludo tratar este tema, pues el propuesto no va por ahí).

     Envío a la dirección del Boletín: Sería interesante que fuéramos narrando brevemente la apasionante historia de nuestros pueblos, que todos la tienen.

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