Índice de Documentos > Boletines > Boletin Diciembre 2009
 

PALABRAS Y PALABROS

(por Felipe F. Pérez Morales)


No sabía qué título poner a esta escribidura, en la que pretendo hablar de esos vocablos que todos hemos oído alguna vez a determinadas personas. No están en ningún diccionario, pero quienes los utilizan se hacen entender con ellos y, además, resultan graciosos cuando menos. Realizar aquí una simple traducción de palabras, además de difícil resultaría tedioso y aburrido, y a mí me gustaría hacerlo de una forma más amena. Por ello, intentaré “montar” una especie de historieta cuyo protagonista será un personaje muy dado a estas expresiones, que conocí en mi época de Delegado de Oficinas, con quien me gustaba conversar cuando se presentaba la ocasión. No recuerdo su nombre, porque en el pueblo se conocía a todo el mundo por el apodo familiar. Sí recuerdo su apodo, pero no me parece correcto desvelarlo, así que por sus pocas chichas y su vinculación al mundo de la mar le voy a rebautizar con el apodo imaginario de “Chirrete”. Dicho esto, comencemos la historieta:

   

Un buen día aparece Chirrete por la Oficina y se va directo a mi puesto de trabajo en el mostrador: - Buenos días, Don Ese (nunca supo mi nombre, a pesar de que nos conocimos varios años), quería hablar con usté.

  

Pasamos al despacho y con semblante serio, me dice: -Pues verá usté, Don ese, que necesito unas perras porque  me se casa la chiquilla y tengo que ponerle el ajuar, ya sabe usté, la vajilla, alguna ropa de cama, utilisillos de cocina… y si me llega, pos igual le compro tamién un jirolífico. Aunque entavía no sé hastaonde podré llegar.

  

Tras unos minutos de meditación haciendo cálculos mentales, me dijo el dinero que podría necesitar y yo le contesté: -Para esa cantidad hay que hacer una solicitud y presentarla a la Junta de Gobierno para su aprobación. Necesitará  que le firmen dos avalistas.

  

Le entregué las declaraciones de bienes y se quedó mirándolas fijamente. Viéndole tan apurado, me ofrecí a cumplimentar la suya para que viese cómo se hacía y así poder cumplimentar las de los fiadores, a lo que contestó con un resoplido de tranquilidad diciendo: -Equilicuá.

  

Después rellenar el apartado de datos personales, llegamos al punto más escabroso, que era el de los in-gresos para poder hacer frente a las amortizaciones (lo que ahora llaman viabilidad). –Pues verá usté –me dijo-, yo trabajo a la parte en el barco del Machuelo y unas veces saco más y otras menos, según vaya la pesca, pero alredor de unas mil pesetas al mes. Cuando no salgo a faenar, echo unas horas de albañil con el maestro Churripa y me vengo a sacar otras quinientas. Los fines de semana trabajo de camarero en el bar del Berrinches y con las propinas me saco unas doscientas, aunque este trabajo es esparódico. Pero usté no se preocupe, Don Ese, que yo pa′pagarle trabajo en lo que sea, pos como dice mi vecino el Tagarnina, yo soy polivaliente.

   

Por fin, una vez cumplimentada la declaración se marchó con las otras dos para los fiadores, no sin antes abrirle la consabida libreta, pues en aquella época se nos inculcaba que había que fomentar la “virtud del ahorro” (ahora se llama “venta de productos”).

  

A los pocos días volvió por la Oficina con una de las declaraciones en blanco y me dijo con cara de preocupación: -Oiga usté, Don Ese ¿me podría firmar un carpintero? -No hay ningún inconveniente, le contesté. Con un suspiro de alivio, me confesó: -Es que en el pueblo sólo hay un ebanista y como usted me dijo que tenían que ser dos… –Bueno –le contesté- yo le dije dos avalistas, o sea, fiadores, pero la profesión es lo de menos. –Entonces -dijo- se ve que yo estaba interpretao. Voy a buscar al Miguelón y en cuanti que tenga el imprésamo firmao se lo traigo.

  

Aprobado que fue el préstamo, le ingresamos el dinero en la libreta indicándole que podía ir disponiendo conforme lo necesitase. Se quedó mirando fijamente la libreta y me dijo pensativo: -Oiga ¿Y si me se pierde el catecismo este…? Se tranquilizó cuando le explicamos que en caso de extravío le haríamos un duplicado de la libreta, con la que podría seguir operando. En fin, el tema da para mucho, pero por hoy parece suficiente con un folio. Veremos si hay una segunda ocasión.

   

No puedo acabar sin expresar mi cariño hacia este pueblo acogedor en el que pasé una etapa inolvidable de mi vida y donde aún cuento con muy buenos amigos. Lo visito con frecuencia y allí me siento como en casa. Recientemente pregunté por mi amigo Chirrete y me dijeron que ya se ha jubilado, pero no de marinero, ni de albañil ni de camarero, sino como propietario de unos importantes almacenes frigoríficos y mayorista de productos congelados, salazones y ahumados. Quien lo iba a decir. Un hombre que nunca hubiera imaginado que el caviar se elabora con los huevos del centurión.

Volver